sábado. 20.04.2024
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Jesús Martín Barbero en su estudio.

“Si la palabra sola es impotente, la acción sola es estéril, la imagen del futuro se engendra entre las dos; la palabra dibuja la utopía que las manos construyen y el pedazo de tierra liberada hace verdad al poema”

Creo que es un lujo poder tributar un reconocimiento a las personas que han sido parte importante de nuestras vidas, ya sea en lo sentimental o en lo intelectual. No he tenido la suerte de ser su estudiante, pero sí me honra contándome entre sus amigos. Esta semana, un grupo de ellos, encabezados y organizados por Omar Rincón, le hemos tributado un más que merecido, íntimo y sencillo homenaje a Jesús Martín Barbero. Un almuerzo en la sede de FesCol en el que hemos acompañado al profesor para reconocerle como uno de nuestros maestros, algo que él ya sabe pero nunca está de más recordarlo. Él, humildemente, nos ha correspondido con su abrazo.

Como parte de este acto de respeto y deferencia se le ha hecho entrega de un libro publicado ex profeso para la ocasión. En realidad son dos libros en uno. En una parte del texto, titulada Premio príncipe Amigo y título Honoris Amiguis, se hace una semblanza de quién es Jesús Martín Barbero y porqué se le considera un maestro de la Comunicación. También se presenta una especie de manifiesto para la acción con diez de sus apuestas teóricas, entre otras que “hay que perder el objeto para ganar el proceso”; que “hay que pasar de los medios a las mediaciones”; que “en la comunicación no podemos ahorrarnos la cuestión de lo popular, ni de la diferencia, ni de la diversidad cultural, ni del poder”, o que “la comunicación debe proponer prácticas de reencantamiento identitario, de experiencia de lo comunitario, de gestión en lo festivo…”

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Portadas del libro en homenaje a Jesús Martín Barbero

En esta sección se relacionan, además, todos los respaldos que obtuvo la iniciativa para presentar su candidatura al premio príncipe de Asturias en la categoría de Comunicación y Humanidades. Una lista de cincuenta y siete personalidades del campo de la comunicación (Bustamante, Cadavid, Cristancho, García Canclini, Gumucio, Kaplún, Mejía, Orozco, Piñuel, Rodríguez, Torrico,…), de otras tantas universidades (Autónoma de México; Complutense, Carlos III y URJC de Madrid; EAFIT, Javeriana, del Valle de Colombia,…) e instituciones (ALAIC, Ibercom, AE-IC, AMARC,…) de una docena de países (Colombia, España, México, Argentina, EEUU...) con cartas en las que dan su apoyo a la candidatura del maestro a dicho premio.

Hubiera sido con todo el merecimiento, pero le ganó la partida una niña que lleva más de cincuenta años sorprendiéndonos con su inocencia y perspicacia para leer el mundo, Mafalda. Bueno, Quino.

No le dieron el príncipe de Asturias pero le hemos dado nuestro más sincero agradecimiento por habernos enseñado a mirar la cultura y la comunicación desde una perspectiva distinta, incluyente y latinoamericana, y por permitirnos disfrutar de su compañía y de sus saberes. Asistieron al evento, entre otros, además de su esposa Elvira y su hija Olga; Omar Rincón, director del Centro de Estudios en Periodismo de la Universidad de los Andes; Jorge Iván Bonilla, de la Universidad EAFIT en Medellín, Amparo Marroquín, de la Universidad Centroamericana de El Salvador; Germán Rey, maestro de Periodismo de la Fundación García Márquez de Nuevo Periodismo Iberoamericano; Luis Armando Soto, director de Asuntos Culturales de la Cancillería, o Bernabé Aguilar, consejero cultural de la embajada de España.

En la otra parte del libro hay un trabajo de Amparo Marroquín, Behind the scenes, sobre el pensamiento de Martín Barbero en el que la autora nos presenta “una memoria que nos permita recuperar en una sola algunas de las historias que andan dispersas por ahí en entrevistas o videos.” Esta profesora e investigadora de la comunicación construye un rompecabezas “a partir de lecturas, conversaciones (con él o sobre él), entrevistas, y se nos vuelve una invitación para recorrer una genealogía, en el sentido más llano de la palabra: ir a los orígenes, dejarnos sorprender por los insospechados comienzos.”

Jesús es español, colombiano y latinoamericano, un ciudadano universal que tiene en su haber ser el pensador de comunicación más citado y nombrado en todas las carreras y textos de comunicación, medios, periodismo y cultura en América Latina y España.

Un intelectual que nos cambió los medios por las mediaciones, que ha comunicado la cultura y ha culturizado la comunicación, que ha debatido acerca del discurso y del poder, que ha ejercido de cartógrafo y que nos ha mostrado los mapas nocturnos para navegar la cultura y los medios, que nos ha enseñado cómo educar desde la comunicación y que sigue asombrándonos con sus elucubraciones y sus manifestaciones alrededor de todo lo relacionado con comunicación, cultura y discurso.

Hace justo dos años le invité a que nos acompañará en la maestría en Comunicación, desarrollo y cambio social de la Universidad Santo Tomás. Como siempre aceptó encantado, regalándonos una maravillosa conferencia, “Cómo meterle país a la universidad”, en la que demandaba que la academia se acercará más a la sociedad. En aquella ocasión le confesé cómo le he perseguido intelectualmente a lo largo de muchos años, agradeciendo a las nuevas tecnologías que me hubiesen permitido mantener un contacto epistolar con él regularmente.

Recuerdo que en Madrid, en el año 2008, me hizo reflexionar acerca del libro como ese tótem que nunca fue. Un año después, en La Habana, nos abrazamos tras haber afirmado, ante un auditorio repleto que asistía al encuentro de la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social, que “la Universidad vive hoy en el mundo una relación esquizofrénica con la sociedad.”

Sus avisos sobre esta necesaria y fundamental relación universidad-sociedad deberían hacernos pensar acerca del papel que jugamos las personas que nos dedicamos a la investigación y la docencia en comunicación.

Siempre ha dicho ser un desterritorializado que se siente latinoamericano. Algo que suscribo y comparto. Porque esta tierra es, como afirma el maestro, “el marcador de nuestra habla y el lugar en que se ha forjado un estilo de pensar”. Él suele decir que su periplo vital es un conjunto de dislocaciones y relocalizaciones en el que se ha servido de mapas nocturnos, intelectuales diría yo.

Un día decidió, tras cuestionarse acerca de si su trabajo iba a serle útil a la gente del común, cambiar el lugar desde donde se formulan las preguntas y se desplazó metodológicamente para permitir que el investigador viera con la gente y que la gente contara lo que veía.

Siempre nos ha pedido que juntemos palabra y acción, siguiendo las propuestas de otro maestro, Paulo Freire, y que “Si la palabra sola es impotente, la acción sola es estéril, la imagen del futuro se engendra entre las dos; la palabra dibuja la utopía que las manos construyen y el pedazo de tierra liberada hace verdad al poema”.

Para que esos poemas y esas utopías iluminen nuestros viajes por este gran Sur de la comunicación y la cultura, como hacen las constelaciones, necesitamos delineantes navegantes como Martín Barbero. Para que nos ayude a dibujar esos mapas, a leerlos e interpretarlos, como docentes e investigadores pero también como ciudadanas y ciudadanos, para que no perdamos nuestro rumbo y para que no necesitemos girar la mirada hacia el norte. Porque nuestro norte es el sur.

Jesús Martín Barbero, un maestro de la comunicación