viernes. 29.03.2024

Las primeras batallas y choques navales se produjeron en 1914 pero fuera de las aguas europeas

En un anterior artículo planteamos las ideas estratégicas sobre la guerra naval que se desarrollaron en Alemania y en el Reino Unido. El miedo a perder la flota imperial alemana y el cambio de concepción de la guerra en el mar que impuso Churchill, muy preocupado por mantener las vías de comunicación y comercio con las colonias y por la cobertura de las fuerzas expedicionarias en Europa y otros frentes, hicieron que la Gran Guerra no fuera un conflicto donde los combates marinos tuvieran un gran protagonismo, todo lo contrario de lo que ocurriría en la Segunda Guerra Mundial. De todas las maneras se dieron algunas batallas y enfrentamientos de envergadura.

Las primeras batallas y choques navales se produjeron en 1914 pero fuera de las aguas europeas. La flota británica salió victoriosa frente a la alemana en las islas Malvinas, lo que permitió que Londres mantuviese el control de las rutas del Atlántico sur. Los enfrentamientos directos casi desaparecieron frente al protagonismo de la guerra submarina que emprendieron los alemanes para intentar cortar los suministros a británicos y franceses. La guerra submarina fue un claro exponente de la guerra económica moderna, y sin lugar a dudas, esta nueva concepción de la guerra tuvo un impacto enorme y dio muchos éxitos a Alemania. Pero la guerra submarina generó una consecuencia nada deseada para sus principales protagonistas, ya que llevó parejos muchos incidentes con países neutrales, porque sus barcos transportaban suministros de todo tipo a los contendientes. El problema más grave tuvo lugar cuando fue hundido el Lusitania, navío británico, el día 7 de mayo de 1915,  no muy lejos de la costa irlandesa, provocando casi 1.200 víctimas, siendo más de 200 de ellas de nacionalidad norteamericana, lo que provocó una protesta contundente de Estados Unidos. Otro escándalo internacional estalló cuando en  marzo de 1916 se hundió al Sussex en el Canal de la Mancha, donde perdieron la vida el compositor Enric Granados y su esposa. Los alemanes paralizaron momentáneamente la guerra submarina porque temieron la amenaza norteamericana de intervenir en la contienda. Pero esta guerra era un recurso muy valorado por los alemanes, cuando comprobaron el alto número de toneladas hundidas, y reanudaron sus ataques a finales de enero de 1917. Por poner un solo ejemplo del éxito de este tipo de guerra: en abril de ese mismo año se superaron ampliamente las 800.000 mil toneladas hundidas.

La Gran Flota Británica en la Batalla de Jutlandia

El 19 de marzo de 1917, un submarino alemán torpedeó al mercante norteamericano Vigilantia. Este hecho fue empleado por los políticos y financieros partidarios de entrar en la guerra para presionar al Senado, al Congreso y al propio presidente Wilson para que decidieran declarar la guerra a los imperios centrales. Al final, las dos cámaras legislativas aprobaron declarar la guerra a Alemania el 2 de abril de 1917. La guerra submarina suponía una clara amenaza para las empresas norteamericanas que tenían importantes contratos de exportación con franceses y británicos. La Banca Morgan, por su parte, había contribuido a esta intensa relación comercial entre unos y otros, concediendo créditos casi ilimitados a Francia y el Reino Unido para facilitar los pagos.

Por fin, habría que citar que el principal enfrentamiento bélico marino de la Gran Guerra fue la batalla de Jutlandia en la primavera de 1916, entre las flotas británica y alemana, y que realmente terminó en tablas. La principal consecuencia fue que los alemanes reafirmaron su temor a perder sus barcos, por lo que decidieron que su armada quedara retenida en los puertos del mar Báltico, donde llegó casi intacta al final de la guerra.

La guerra naval en la Primera Guerra Mundial