viernes. 29.03.2024
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Hay un grafiti en las ruinas de Pompeya que dice “que viva el que ama; que se muera quien no sabe amar. Dos veces perezca todo el que pone obstáculos al amor”.

Grisélidis nace el once de agosto de 1929 en la ciudad suiza de Lausana en el cantón de Vaud. Se traslada a vivir a Alejandría en Egipto a la edad de seis años para reunirse con su padre, que era director de la escuela suiza de la ciudad. Posteriormente se traslada a Atenas en Grecia donde muere su padre cuando ella tenía nueve años.

Regresa a Lausana bajo la protección de su madre, que era muy autoritaria y con la cual nunca se entendió. Recibe una educación muy estricta y rígida, que le hace rebelarse continuamente. Se graduó a la edad de veinte años en la escuela de Artes Decorativas de Zúrich

Para liberarse de su madre, se casa a los veinte años (1949) y tiene su primer hijo en 1952, separándose posteriormente. Se casa por segunda vez y tiene su segundo hijo en 1956 con la finalidad de salvar su matrimonio, pero este termina en divorcio. En este periodo intenta ganarse la vida como pintora y tiene un tercer hijo fruto de la relación con otro hombre. Este hecho, en la sociedad suiza de los años cincuenta, significaba la pérdida de la custodia de sus hijos. Los recuperó ilegalmente de su centro de acogida donde habían sido confinados y huyó con ellos a Alemania.

Se traslada a Múnich (Alemania) acompañado por un negro norteamericano llamado Rodwell, que tenía problemas psiquiátricos y acompañada también de dos de sus hijos.  

Vive con grandes carencias económicas en la ciudad bávara, teniendo que soportar la violencia de Rodwell. Ante esta situación decide prostituirse en el año 1961, lo que le permite mejorar su situación personal y económica. Ejerce la prostitución por una necesidad de supervivencia, pero luego pasa a ser una militante activa en defensa de las prostitutas hasta el año 1995.

Es llevada a prisión en Alemania por haber vendido marihuana a soldados norteamericanos.   Permanece en prisión durante cinco meses dedicándose a pintar y a escribir su primer libro “Suis je encore vivante?”, ¿Estoy viva todavía?

En este libro muestra su sufrimiento por la separación de sus hijos y por la insoportable falta de libertad que tiene. Es sus escritos se nota su depresión y sufrimiento, pero al mismo tiempo su fuerza para seguir viva, amar, proteger y alimentar a sus hijos. La pintura y la escritura fueron su terapia en este tiempo carcelario

En Múnich descubrió el jazz, la música gitana y los ritmos latinoamericanos que le acompañaran toda su vida, junto a la música clásica y el flamenco. Siempre reivindicó que por sus venas corría sangre gitana. Es de destacar que en su tiempo en Alemania pasó largos periodos viviendo en un campamento de nómadas gitanos y fue adoptada por un jefe de la tribu gitana. Esta parte de su vida queda muy reflejada en el libro “el negro es un color”. Este libro no es solo el relato de la vida de una mujer que ejerce la prostitución sino también un canto al amor. En el describe su vida en el burdel de Múnich, su amor por el soldado negro norteamericano y por el patriarca gitano sobreviviente de los campos de la muerte, que había acogido a su familia.

Es un libro que se distingue por la mezcla singular de tonos, violencia lírica, escatología, hiperrealismo y onirismo. Describe dos mundos, el del orden y el de la espontaneidad, el mundo de los pequeños burgueses y el mundo de los gitanos

Al salir de la cárcel es expulsada de Alemania, regresando a Suiza. Se instala en Ginebra, eligiendo para ejercer la prostitución el barrio popular de  Paquis (la zona roja de Ginebra), donde la frecuentaban los trabajadores emigrantes españoles, portugueses, italianos, turcos y árabes. El ambiente de este barrio de clase trabajadora inmigrante es la que queda reflejada a través de sus escritos, reivindicando su trabajo como un servicio a la sociedad, luchando por la dignidad, los derechos y el respeto para las prostitutas.

Grisélidis decía “digan lo que digan nuestros detractores, esos integristas de la moral que defienden una virtud, que nos ahoga, nosotras reinamos sin competencia alguna en nuestro terreno que es compasión, elegancia y un conocimiento debidamente adquirido tanto del alma como de nuestro cuerpo humano”.

Viviendo en Ginebra es cuando empieza su etapa activista como defensora de los derechos de las prostitutas convirtiéndose en una de la líderes de la “revolución de las prostitutas” en París, cuando unas quinientas de ellas ocupan, en junio de 1975, el barrio de Montparnasse, entrando en la capilla de Saint Bernard, reclamando el reconocimiento de sus derechos. Rechazan el argumento según  el cual una mujer sólo se prostituye forzada por quien paga, y declaran que la prostitución puede ser  también una elección, su elección.

Su fama se extiende por todo el mundo, siendo conocida como la ramera revolucionaria. Ella se declara socialista pero es muy crítica con los partidos socialistas europeos y su hipocresía, en sus numerosos escritos muestra sus críticas. Es llamada por numerosas universidades para dar conferencias, estando en Nueva York, Frankfurt, Bruselas, Amsterdam, Stturgart, presentándose como una puta intelectual. Ella hablaba cuatro idiomas.  

En estas conferencias reclama el papel social de la prostitución, que ella considera como una actividad aliviadora de las miserias humanas y que tiene su grandeza. Para ella, la prostitución es un acto revolucionario, un humanismo y una ciencia. Al mismo tiempo, ella reconocía el lado sórdido y oscuro de su trabajo, del cual acostumbraba a hablar en términos crudos.

Grisélidis era una especie de misionera de los sentimientos, instintos, deseos y frustraciones. Ese desasosiego del hombre decía que muchas veces se solucionaba abrazando a una mujer desnuda.

En Ginebra fundó “el Centro Internacional de Documentación sobre la Prostitución” reclamando que los historiadores le dediquen su tiempo de investigación para escribir sobre ella y su influencia a lo largo de la historia. También fue cofundadora de la Asociación de ayuda a las prostitutas (ASPASIE),   Acabó siendo la voz de las prostitutas del mundo entero

Entre sus obras escritas además de las dos ya mencionadas podemos citar “el polvo imaginario”, “las esfinges”, “a sangre y fuego” libro éste que recoge toda la poesía escrita por ella, “libreta de baile de una cortesana”.

Los textos escritos por Grisélidis han sido llevados al teatro recientemente “Griselidis la catin revolutionarie” de Anne Papin y Regine Achille-Fould y también la obra “LB25” de Valérie Bracq y Olivier Tchang-Tchong.

En sus últimos años de vida escribe “treinta años de prostitución marcan, estragan el cuerpo y el alma y os dan, también un inmenso amor a la vida, respeto humano pro el sufrimiento del otro, por su soledad, por su desesperación al ser privado de mujer y de ternura. Por sus propios fracasos, que se unen a los nuestros, y si el más allá existe deseo danzar al son de músicas gitanas, beber alcoholes maravillosos, y reencontrarme con mis hombres, aquellos que he amado, aquellos que he odiado, ayudado, aliviado, esperado, atendido, rechazado, reconfortado y temido por encima de todos los perjuicios, los tabúes, las hipocresías de esta moral enferma e inhumana que no me ha matado, de la que simplemente me he evadido hacia una mayor libertad, arriesgando mi vida”.

Grisélidis consideraba la prostitución una lucha a todos los niveles: física, comercial y política. Era un oficio psiquiátrico del corazón. Siempre afirmó que tenía tres oficios: escritora, pintora y puta.

Era una gran lectora. En su libro “el polvo imaginario” hace muchísimas referencias literarias a autores como Mohammed Choukri, Tahar Ben Jehkoum, Juan Goytisolo, Alain Robbe-Grillet, Said Ferdi, Ahmed Baba Miské, Kafka, Maupasant…

Desconfiaba de cualquier tipo de terapia psicoanalítica para evitar la prostitución. Pedía la normalización de esta profesión para evitar las enfermedades derivadas de  su libre ejercicio sin protección: sífilis, gonorrea, sida…

Luchó contra el esclavismo de las prostitutas. Mostraba permanentemente su rechazo al Palacio  de las Naciones ubicado en la ciudad y a sus funcionarios que desde allí trabajaban en la Secretaria de Estado para los Derechos Humanos.

Tenía una fijación contra el ginebrino más famoso de la ciudad, Calvino. Se declaraba “puta anticalvinista”. Grisélidis lo atacaba continuamente por su rigorismo ético y al que continuamente ridiculizaba, decía “ni muerta podrán conmigo, porque pienso ordenar que vengan a menudo a follar sobre mi tumba, así al menos no me aburriré tanto a la otra orilla” y “Ahora sí, Calvino ha quedado definitivamente follado, sodomizado, descuartizado, calcinado y bien enterrado”.

Muere, el nueve de marzo de 2005, como consecuencia de un cáncer. La prensa suiza le dedica sus primeras portadas “Adiós a la mujer pública de Ginebra”. Pide ser enterrada en el cementerio de los reyes de Ginebra, destinado a las personas que contribuyeron notoriamente al desarrollo social de la ciudad. Quería que en su lapida dijera “Grisélidis Réal, escritora, pintora, prostituta”, para así sostener la lucha por el respeto y la dignidad de los trabajadores y trabajadoras del sexo.

Las discusiones sobre la conveniencia de enterrar a esta mujer en este cementerio fueron muy fuertes. Ante la presión de la izquierda de la ciudad se accedió a enterrarla en este cementerio, al lado de varios ilustres como, Jorge Luis Borges, el escritor austriaco Robert Musil, la filósofa Jeanne Hisrch y muy cercana a su enemigo Calvino.

Los acostumbrados a los sepelios no recuerdan un cortejo más concurrido, emotivo y multitudinario como el suyo. El barrio de Pâquis estuvo de duelo toda una semana y su principal calle, “la rue de Berna”, fue bautizada con su nombre. El día de su muerte nadie ejerció, y hasta los “chulos” y proxenetas lloraron sinceramente su muerte.

Su tumba esta siempre repleta de conchas marinas y tiene más flores que todo el resto del cementerio junto.

Para Grisélidis no había más consuelo ante la muerte que el amor, extraña enfermedad que nadie ha conseguido explicar. La prostitución era para ella un sucedáneo del amor, una labor de orfebrería, minuciosa y heroica. Un arte que debía ser reconocido y sobre todo ¡respetado!

En tiempos de traficantes de seres humanos y de trata de blancas sin escrupulos, cuesta creer  que con las decenas de miles de millones de euros que mueve la prostitución, permita a las mujeres que la ejercen tomar su propia decisión. Existe un porcentaje mínimo de mujeres que han hecho del amor una profesión de forma voluntaria. Honor a Grisélidis Réal.

Poesía de Grisélidis

Entiérrame desnuda
como he venido al mundo
fuera del vientre
de mi madre desconocida
entiérrame de pie
sin dinero
sin ropa sin joyas
sin florituras
sin maquillaje
sin ornamentos
sin velo sin anillos sin nada
sin collares
sin pendientes
de oro fino
sin carmín
ni línea de ojos
desde mis ojos cerrados
quiero ver
cómo retrocede el mundo
las estrellas
y el sol
caer
la noche expandirse
hasta su origen
y sepultarme
en su boca
acostarme
por última vez
para extenderme
al fin solitaria
como un diamante
lleno de vida
descansar
dormir al fin
dormir dormir
sin pensar
en nada más
para siempre
morir morir
morir
para reencontrarme
al fin a mi madre
y reconocer
en tu sonrisa
la inocencia
que me ha faltado
toda la vida
te he buscado
te encontré
para poder perderte
y decirte
Al fin
Te quiero.

Grisélidis Réal “la reina de las putas”