jueves. 28.03.2024
LECTURAS SUMERGIDAS | REVISTA LITERARIA

Un paseo por la Atenas donde nació la Democracia

En este tiempo, a golpe de negociaciones frustradas, Grecia nos ha demostrado hasta qué punto gran parte de su deuda es ilegítima, a través del informe exhaustivo de un comité de expertos.

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Atenas. Acrópolis. Fotografía © Karina Beltrán

lecturassumergidas.com | @lecturass | Por Emma Rodríguez | Hemos mirado a Grecia con atención en los últimos meses. La intensidad, la sorpresa, nos han acompañado desde que la formación de izquierdas Syriza ganó las últimas elecciones con la convicción de cumplir el mandato popular y poner límites a las políticas de rígida austeridad impuestas desde Bruselas.

En este tiempo, a golpe de negociaciones frustradas, Grecia nos ha demostrado hasta qué punto gran parte de su deuda es ilegítima, a través del informe exhaustivo de un comité de expertos; nos ha puesto ante los ojos el verdadero rostro de la UE – una UE obediente ante los poderes financieros y cada vez más alejada de los ciudadanos– y, sobre todo, nos ha devuelto algo del espíritu de la auténtica Democracia.

Pero este artículo, más que centrarse en el presente, en el ritmo veloz de los acontecimientos con los que desayunamos cada mañana, busca mirar al pasado, a 26 siglos atrás, a esa época en la que, precisamente en Grecia, los atenienses inventaron ese sistema político que da la palabra a un pueblo activo, capaz de influir en la marcha de su destino; un sistema que fue revolucionario, radical en su día, y que sigue siéndolo hoy, aunque estos términos sean usados en su peor sentido por los cultivadores de la distorsión, del engaño. Mientras esto escribo cierro los ojos ante la actualidad: la convocatoria de referéndum en Grecia –último paso a día de hoy– y decido emprender un apasionante viaje al ayer de la mano del helenista Pedro Olalla, un asturiano afincado en Grecia desde 1994, absoluto entusiasta de la cultura clásica que ha difundido a través de libros y trabajos documentales como Los lugares del mito y Con Calliyannis.

La ruta que nos propone el autor nos conduce al ayer, pero con un pie puesto en el ahora. El subtítulo de la obra, publicada por Acantilado, nos lo dice todo: Herencias y desafíos de la antigua Atenas vistos desde la Atenas actual. Lo que hace Olalla es emprender un paseo a pie por la emblemática capital griega, recorrer la Acrópolis deteniéndose en sus monumentos principales. Seguir su rastro es descubrir los anhelos, las búsquedas, las luchas, los descubrimientos y entusiasmos de los atenienses que dejaron sus nombres escritos para siempre en el mapa de la Historia.

Hay que estar dispuestos a aceptar que las actitudes y conquistas que hoy consideramos un valioso legado de los griegos fueron en realidad gestos de resistencia: la rebeldía de algunos individuos, griegos de sangre o de espíritu, ante la propia sociedad en que vivieron. Incluso en los momentos recordados como de mayor esplendor, una cosa fueron las aspiraciones y otra la realidad dominante. Ambas fueron Grecia, y a menudo pensamos en su herencia atrapados en esta confusión. Pero lo cierto es que entonces, igual que ahora y que siempre, hicieron avanzar al hombre quienes trataron de luchar contra la injusticia y la ignorancia, y lo hicieron hundirse, quienes, por conveniencia o ignorancia aún mayor, optaron por favorecerlas”, escribe Olalla.

A repensar todo lo que estamos viviendo es a lo que nos incita la lectura de Grecia en el aire, un libro que se convierte en una ruta impagable, en la narración de un relato antiguo contado con un lenguaje actual, para favorecer la proximidad, el reconocimiento. Mientras lo leemos tenemos muy presentes los desastres del país actual, de la Europa del Sur: pobreza, paro, desahucios, suicidios... Un nuevo y perverso diccionario donde cuesta encontrar palabras como esperanza. Pero, al mismo tiempo, por el camino que serpentea en torno a las emblemáticas ruinas de la Acrópolis, vamos hallando hechos, figuras históricas, que nos devuelven el optimismo, la confianza.

Viajamos a los días de Solón (siglo VI a. C.), quien en su poesía ya hablaba de “salvación de la ciudad”, del “esfuerzo cotidiano de los hombres por tratar de vivir en armonía”, “del intenso deseo de igualdad y de prosperidad común”. “Llamado para conciliar a ricos y pobres en una sociedad amenazada donde los muchos eran esclavos de los pocos, Solón tomó una decisión audaz: sacrificar las ambiciones de los acreedores en favor de la supervivencia de los deudores, situar al hombre por encima de la riqueza en la base de un nuevo sistema político. Así, arrancó de los campos los mojones de madera y de piedra que establecían estos cánones de servidumbre, puso límite al derecho de herencia y a la extensión de tierra que se podía poseer…” vamos leyendo.

El poeta y político actuó entonces con prudencia, absteniéndose de hacer una repartición de los bienes, pero “dio a los desheredados algo que nunca habían disfrutado antes, algo de mucho más valor: los hizo miembros de derecho en la nueva asamblea y en los nuevos tribunales, es decir, los implicó directamente en la tarea de gobierno y en los tribunales de justicia”.

Estamos en los preliminares de la Democracia, de la búsqueda de la justicia social. Entonces se tomó la decisión de suprimir entre los atenienses la esclavitud por deudas, abriendo las puertas al nacimiento de conceptos como dignidad humana, soberanía y democracia. Precisamente los principios que hoy son puestos en tela de juicio por los poderes que han vuelto a esclavizar a los pueblos en base a las deudas, a las trampas forjadas en torno a las deudas por un sistema prepotente.

Pero hubo pasos atrás desde Solón, obstáculos, guerras atroces, hasta que ese preludio pudo alcanzar su total esplendor. Hemos de llegar a finales del siglo IV a. de C. Pedro Olalla nos lleva por el barrio de Melite, donde vivieron Temístocles, Milcíades y Cimón, hasta las rocas de Pnyx, en la colina frente a la majestuosa Acrópolis. Esas rocas fueron el lugar concreto donde nació la democracia, nos explica nuestro guía. Ahí, en una discreta modulación del terreno se construyó una tribuna para oradores. Detrás de las rocas, el altar de Zeus protector.

El relato de la tribuna de los oradores, que tenían frente a ellos al pueblo, y por encima de sus cabezas “sólo árboles y cielos” es recreado de una forma bellísima por el autor, quien nos hace imaginar un tiempo extinguido del que se conserva intacta la geografía: las piedras, las especies vegetales, el viento, el sol y el canto de las cigarras. “Aquellos atenienses reunidos aquí estaban inventando entonces algo nuevo: la ciudadanía”, partiendo de un pacto consciente entre todos para la construcción de un Estado de iguales en la medida de lo posible, capaz de “defender el interés común y los derechos individuales frente a los intereses particulares y la arbitrariedad de las familias poderosas”, un Estado “de Todos frente a un Ellos”.

Clístenes es otro eslabón fundamental en esta historia. De origen aristocrático, entendió que había que avanzar por el camino de la igualdad marcado por Solón y que para ello había que acabar con los privilegios de la sangre...

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