jueves. 28.03.2024

niñoEl cursor se mueve. Da rodeos en la pantalla del ordenador. No hay música de fondo, porque en este paisaje no se requiere ningún sonido para observar lo que está a punto de suceder. Se abre una ventana. Nos solicita un nombre, uno inventado, porque en la red todo el anonimato es bien recibido, tanto que podríamos ser cualquiera en dos segundos. Pulsamos el botón “conectar” y se abre ante nosotros todo un aluvión de nicks, de conversaciones que están a medio empezar, de “holas” que en realidad quieren decir “ven a mi casa”, o de “qué tal” cuando lo que guardan en su interior es “quiero verte desnudo”. La pantalla del ordenador brilla. La saliva empieza a faltar y alguien nos abre un privado. No sabemos quién es, sólo que hay un amigo allí fuera que está dispuesto a conversar con nosotros, a hablarnos, a darnos reconocimiento. Si esto fuera una película, nosotros seríamos los protagonistas. Pero no lo es. Es la realidad, es un comienzo, una simple introducción para lo que en El niño que se desnudó delante de una webcam está a punto de suceder. El cursor sigue moviéndose, la cámara nos señala y nos enfoca, y allí, al otro lado, está a punto de desatarse una de las mejores – y más destructivas – historias para un niño que lo único que buscaba era el amor, la amistad, la palabra, en un mundo donde todo el mundo le decía que no era más que mierda y desolación. Un mundo en el que, las decisiones, no dejan de ser un error más que tomar en cuenta. Esta es la última novela de Jose Serralvo, pero en realidad es una historia que bien podríamos vivir cada uno de nosotros.

Dave Timberthirdleg es un niño que ha nacido en una casa hecha añicos. Su madre se droga, su abuela empieza a perder la memoria, y en el colegio sufre los abusos de un matón sin escrúpulos. Su vida cambia cuando le envían, mediante un sorteo, una webcam para que pueda dirigirse al mundo. Caerá entonces en la espiral de la pornografía infantil, un universo donde los más inocentes se convierten, en un segundo, en simple mercancía que abrirse de patas. Él cuenta su historia, pero nadie sabe qué es real y qué no.

La lectura se divide en dos momentos: el que disfrutas sin pararte a pensar en ello y el que reniegas de un libro como si fuera una maldición que te ha tocado en esta vida. El niño que se desnudó delante de una webcam se presenta como la primera de las opciones, como esos vinos que degustas mientras vas notando cómo, a cada nuevo sorbo, a cada nuevo trago, los matices que te llevan a sentir el momento van haciendo acto de presencia y acabas mudando tu piel, convirtiéndote poco a poco, en el personaje de la novela. Jose Serralvo construye una historia difícil, un texto que bien podría haberse convertido en la gran losa, resolviendo cada una de las partes que forman parte de la obra con la solvencia de quien, quizás sin pretenderlo, nos lleva de la mano por el infierno pero con el que nos sentimos protegidos. Y es que en esta novela nos moveremos en dos frentes, en dos imágenes que, enfrentadas en un mismo espejo, deforman parte de la realidad para golpearnos en la cara con toda la fuerza de la que es posible hacerse cargo. Dos movimientos que, en su complementariedad, en la distancia de sus voces, son capaces de narrar algo tan horrible como el mundo de la pornografía infantil sintiendo que la resignación, el hartazgo, la mentira, y la desesperación, forman un cóctel tan adictivo como soberbio en un panorama falto de experiencias que se arriesguen en sus formas, en su contenido, en todo su fondo.

No hay nada mejor que las obras que te hacen reflexionar, que participan del juego entre lector – libro, convirtiendo a aquél en una parte activa. Preguntas que, quizás, no tengan una respuesta positiva porque, ¿cómo sería posible contestarnos a nosotros mismos qué es lo que hubiéramos hecho si fuéramos Dave Timberthirdleg? Pero ahí está lo importante del texto, en una distancia mucho más grande que el simple hecho de disfrutar de algo tan bien escrito: la capacidad de mirarnos directamente a los ojos y preguntarnos, debatir, convencernos a nosotros mismos de lo que acaba de suceder, como un pequeño golpe transformado en un título como El niño que se desnudó delante de una webcam, como un autor llamado Jose Serralvo que, en los barrizales más profundos ha conseguido rescatar, construir, crear, una de las voces más estimulantes de los últimos tiempos.

¿Qué se esconde tras una webcam?