jueves. 18.04.2024
LA PLAZA MAYOR DE MADRID

Escenario del poder y la vida popular en tiempos de los Austrias

La historia de la Plaza Mayor de Madrid en tiempos de los Austrias es la de un relato de urbanismo, arquitectura, arte, poder y vida popular en la capital de una Monarquía Hispánica en su esplendor y decadencia.

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Juan de la Corte. Fiesta en la Plaza Mayor, óleo sobre lienzo. Museo de Historia

La Casa de la Panadería no empezaría a ser construida hasta 1590, con diseño de Diego Sillero

En el Madrid de la Baja Edad Media, en tiempos del rey Juan II, existía la denominada Plaza del Arrabal, en lo que sería la confluencia de las calles de Toledo y Atocha, extramuros de la Puerta de Guadalajara. Debía ser de planta irregular y rodeada de edificaciones de escasa calidad, propias de una zona fuera del núcleo central de la Villa. Pero este espacio fue adquiriendo importancia a medida que avanzaba el siglo XVI como núcleo comercial, por lo que mejoraron las casas y edificios dedicados a talleres, tiendas y almacenes.

La decisión de establecer la corte en Madrid por parte de Felipe II afectaría a este espacio de la Villa. El rey encargó a Juan de Herrera crear una verdadera Plaza Mayor en 1561. Se comenzó a derribar las casas, aunque la primera edificación nueva, la Casa de la Panadería, no empezaría a ser construida hasta 1590, con diseño  de Diego Sillero, un alarife del que se tienen pocos datos, aunque sabemos que fue aparejador de Obras Reales a principios del siglo XVII. Al parecer, la Casa se levantaría sobre una antigua lonja. En 1593, el rey Felipe II ordenó que se le informase sobre el coste de edificar unas tiendas en la Plaza.

El gran impulso para crear un nuevo espacio se daría con Felipe III ya en el siglo XVII. En 1608 se ordenó a Francisco de Mora que cuadrase la plaza pero no se llegó a construir nada. Al final se encargaría de la Plaza Mayor su sobrino Juan Gómez de la Mora. Se procedió a la demolición de lo que quedaba y se construyó la nueva Plaza, terminando la obra en 1619. Se calcula que debió costar unos novecientos mil ducados, aproximadamente. Gómez de la Mora respetó la construida Casa de la Panadería, aunque modificaría la planta baja. La proporción de la Plaza se consideró la adecuada para que pudieran celebrarse actos públicos. En su origen las casas tuvieron seis plantas o alturas, incluyendo los bajos porticados y adintelados. La estructura de los edificios era de madera, con sótanos abovedados, fachadas de ladrillo rojo visto, con profusión de balcones y tejados de plomo.

La Plaza Mayor tenía nueve entradas, tres bajo los arcos y otras seis a través de calles descubiertas. Para establecer un todo urbanístico armonioso las calles adyacentes se reformaron o levantaron siguiendo el modelo de la Plaza. La obra más compleja en el entorno fue la del desnivel hacia la Cava de San Miguel donde hubo que construir los muros de la fachada en forma de talud para que sirvieran de contrafuertes.

En 1631 sufrió el primer incendio de su historia. Se quemaron las casas que estarían entre el Arco Imperial hasta la calle de Toledo. Este grave percance obligaría a cambiar los tejados de plomo por otros de teja árabe. Además produjo muchas víctimas. Eso no fue obstáculo para que, a los pocos días, se corriesen los toros de Santa Ana. En la noche del 20 de agosto de 1672 tuvo lugar el segundo incendio y que destruyó la Casa de la Panadería. El valido Valenzuela se empeñó en que debía levantarse rápidamente. El arquitecto José Donoso se encargó de la reconstrucción. La obra se completó en diecisiete meses.

La Plaza Mayor pasó a ser escenario de destacados actos y ceremonias propias de la Monarquía Hispánica, como un teatro barroco para exaltación de los dos poderes fundamentales: el terrenal de la realeza y el religioso de la Iglesia. En mayo de 1620 tuvo lugar la función en la que se beatificó a Isidro Labrador, con una impresionante procesión y presencia del cuerpo del beato y de los reyes. En ese mismo año se tomó la decisión de tasar los balcones para las fiestas reales, por la tarde, al precio de doce ducados para los primeros, y más baratos en una escala pormenorizada por niveles, sacando el Concejo un provecho económico. La Casa Real intervenía en la organización  de este asunto, capital en una sociedad estamental donde el protocolo y el lugar que se ocupaba eran fundamentales porque denotaban el puesto que se tenía en la jerarquía.  Este hecho confirmaría que la Plaza Mayor se había convertido en el especio principal donde celebrar funciones, fiestas y actos de glorificación monárquica y religiosa. Precisamente, al año siguiente, fue el centro de la ceremonia donde se levantaron pendones en honor del nuevo monarca, Felipe IV, al haber fallecido su padre. Pero 1621 fue un año intenso para la recién estrenada Plaza, ya que se allí se levantó el cadalso donde sería degollado Rodrigo Calderón. En junio de 1622 se procedió a la canonización de San Isidro Labrador.

En el plano estrictamente político la Plaza viviría una importante celebración en honor del príncipe de Gales, de visita en la Corte Madrileña en 1623, en plenas negociaciones diplomáticas sobre su posible boda con la infanta doña María, hermana de Felipe IV. Se hicieron fiestas de toros y de cañas. Entre los festejos, cortesías y protocolos el infatigable conde-duque de Olivares seguía trabajando.

plaza-mayor2En 1624 se dio el primer auto de fe de la historia de la Plaza Mayor, aunque el más conocido sería el que se celebraría posteriormente en el año 1680 con presencia de Carlos II y de su esposa María Luisa de Orleans, al quedar constancia gráfica por el famoso cuadro de Francisco Rizi.

Otro de los grandes actos que se dieron en aquel Madrid barroco fue el de la entrada de la reina Mariana de Austria en 1643, por las arquitecturas efímeras que se erigieron, algo muy común en la Europa del momento: templetes y arcos triunfales, así como por los festejos con máscaras, danzas y teatros.

Pero, aunque, sin lugar a dudas, fue escenario de importantes actos del poder, la Plaza Mayor siempre tuvo en aquella época y en siglos posteriores, un marcado acento popular de mercado, lugar fundamental de los abastos de la población, con las tablas o puestos públicos autorizados donde los tablajeros vendían sus productos, y que la diferenciaron de otras plazas barrocas europeas. En la Plaza Mayor estaba el Repeso Mayor, es decir el organismo encargado del control y vigilancia del mercado de alimentos. Entre los vendedores y el pueblo los alguaciles con sus varas vigilaban y mantenían el orden.

Por fin, la Plaza Mayor fue uno de los escenarios donde estallaron algunos de los motines propios de las crisis de subsistencias comunes en las economías preindustriales, mezclados algunos de ellos con manipulaciones de marcado carácter político, al ser Madrid la sede de la Corte. En este sentido, es paradigmático el conocido como motín de los Gatos de 1699, en plenas disputas por la sucesión de la Corona por falta de herederos del ya enfermo Carlos II. En aquel lugar estalló la chispa que desencadenó el hambre del pueblo y mostró la tragedia de una dinastía que estaba a punto de desaparecer.

Escenario del poder y la vida popular en tiempos de los Austrias