jueves. 28.03.2024
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La Primera Guerra Mundial provocó importantes transformaciones en la economía y en el mundo laboral europeos. En este artículo analizamos estos cambios.

La magnitud de la Gran Guerra fue tal que todos los aspectos de la economía mundial se trastocaron. La constatación de que la contienda iba a ser muy larga, al fracasar los planes iniciales de la guerra de movimientos, hizo que los gobiernos europeos fueran conscientes de que la economía debía ponerse al servicio de la causa militar y que, por lo tanto, se hacía necesario introducir profundos cambios en las relaciones de producción. La guerra impuso que el Estado interviniese en la economía. Sin lugar a dudas, esta guerra fue un factor decisivo para que surgiera en la historia la economía planificada, aunque hay otras fenómenos que explican esta intervención en el siglo XX, con distintas motivaciones, como son la planificación comunista en Rusia, la planificación fascista y la relacionada con el posterior estado del bienestar en las sociedades democráticas occidentales de después de la Segunda Guerra Mundial.

El capitalismo había cambiado en la Segunda Revolución Industrial, abandonando el liberalismo económico radical a favor de los monopolios y con claras tendencias proteccionistas, especialmente tras la crisis de 1873, pero la Gran Guerra introdujo en la economía dos principios nuevos: racionalización y coordinación porque se supeditaba a un objetivo que no era otro que vencer, aunque se respetase la propiedad privada de los medios de producción, con alguna excepción. El Plan Rathenau alemán es el ejemplo más evidente de planificación económica en este momento, pero todos los gobiernos hicieron algo parecido, creando ministerios y oficinas para coordinar la tarea económica.

La cuestión de los abastecimientos fue un grave problema para todos los contendientes. La producción agrícola descendió por la falta de mano de obra, de animales y de abonos; además la guerra dificultaba de forma evidente la importación de alimentos. Las carencias de comida, vestido y combustible se hicieron patentes muy pronto. Afectaban al frente pero, sobre todo, a la retaguardia. Se impuso el racionamiento, que se fue extendiendo a más y más productos a medida que la guerra se alargaba. Alemania fue la primera que lo impuso, ya que por su situación geográfica, entre dos frentes, le era muy difícil compensar sus carencias con importaciones. Los aliados tenían la ventaja de contar con imperios coloniales inmensos y podían importar más fácilmente alimentos. Franceses y británicos pasaron menos hambre que los alemanes. Aún así, tuvieron que implantar también medidas de racionamiento.

La guerra trajo otras consecuencias económicas. Los precios aumentaron y, a pesar de que también lo hicieron los salarios, el poder adquisitivo en los países contendientes disminuyó considerablemente, mientras el mercado negro se extendía. La destrucción de muchas infraestructuras productivas y la necesidad de más productos y materias primas hicieron que las compras al extranjero se dispararan de tal forma que superaron, en muchos casos, las posibilidades de pago. Eso provocó que se multiplicasen los empréstitos y se disparase la deuda pública. El fantasma de la bancarrota sobrevoló por encima de Europa.

La Gran Guerra también transformó el ámbito laboral. La necesidad de aumentar la producción de la industria bélica y de atender a los servicios hizo que se tuvieran que buscar trabajadores que reemplazaran a los que se habían tenido que marchar al frente. Alemania impuso el trabajo obligatorio. Los aliados recurrieron a trabajadores procedentes de sus colonias. Cuando se hacían muy necesarios se reclamaban del frente a los obreros más especializados y cualificados con la advertencia de que si protestaban en el trabajo regresarían a la guerra. También se recurrió a los adolescentes pero, sobre todo, la gran protagonista del mundo del trabajo en esta época fue la mujer. En Francia el aumento del empleo femenino fue evidente. Si en las fábricas metalúrgicas no llegaban a las dieciocho mil mujeres empleadas antes de la guerra, en 1917 eran unas trescientas mil, para pasar a ser unas cuatrocientas veinticinco mil al año siguiente. Alemania casi duplicó el número de trabajadoras en la guerra. Las trabajadoras se hicieron cargo del transporte público (los tranvías), del servicio postal, la atención de heridos y mutilados, y entraron masivamente en las fábricas de armamento. Este protagonismo femenino fue un factor importante a favor de la lucha de la emancipación de la mujer en Europa. Las sociedades empezaron a comprender la importancia del trabajo femenino fuera del hogar y constataron que el esfuerzo de las mujeres había sido fundamental para la guerra y, en el caso aliado, para el triunfo. No podía pasar mucho tiempo sin que se les reconociesen sus derechos políticos como ciudadanas.

Economía y empleo en la Primera Guerra Mundial