viernes. 19.04.2024
Manuel-Rodríguez-Txelu

Magnífico libro, desde Volapük ediciones que nos acerca al mundo del aprendizaje libertario con una sutileza sobresaliente.

Todo con la pluma, excelente, de Manuel Rodríguez ”Txelu”... acompañada de una edición muy cuidada con ilustraciones muy brillantes desde el carbón de Rfa.

El libro reencarna lo mejor de la pedagogía libertaria profundizando en los aspectos más sensibles y más sensibilizados.

Lo hace, desde la pluma de Manuel Rodríguez, partiendo de los problemas actuales con los que se encuentra la escuela , el sistema educativo y la pedagogía.

En el libro veremos y leeremos cómo la gente “se organiza” y debate desde el asambleísmo para hacer frente  a una enseñanza autoritaria…y quiere hacer frente a los valores imperantes del consumismo, del individualismo, de la competencia, la sumisión…

“Txelu” nos ayudará a saber leer, escoger y encontrar las estrategias para hacer de la escuela un espacio público, libre , para todos y para todas.

El libro, este libro de Volapück, forma parte de la colección Lengua Universal, libros sin límite. En esta colección, también encontramos los siguientes títulos: Exiliados del Paraiso. Relatos de Josean Aparicio; Abriendo brecha. Los inicios de la lucha de las mujeres por su emancipación. El ejemplo de Soledad Gustavo de Julián Vadillo y Traduciendo la anarquía. El anarquismo en Occupy Wall Street de Mark Bray.

Esta editorial, más que una editorial ”al uso” obedece a un proyecto que está motivado por rescatar contenidos y autores de indudable interés, pero que están alejados, por muchos motivos(muchos de ellos convergentes) de aquello que podríamos reconocer como “lo oficial”.

¿Qué es o por qué Volapük?, ellos mismos nos lo comentan: ”es una lengua universal antecesora al esperanto. El guadalajareño Fernández Iparraguirre publicó, ya en su día, su gramática y , además se mostró incansable propagando sus valores…”

Cazarabet en sus “Conversas” ya hablaba en su día con Julián Vadillo, autor de Abriendo brecha y con Sergio Higuera , editor de Volapük:

El autor, Manuel Rodríguez “Txelu”:

Es Diplomado en Magisterio de Educación Especial por la Universidad Autónoma y experto en Trastornos del Espectro Autista(por la Universidad de Alcalá de Henares). Es miembro del colectivo pedagógico “En la fila de atrás” y de un Grupo de Aprendizaje que es, en realidad, un Colectivo de Pedagogía Antiautoritaria. Tiene mucha experiencia profesional en diferentes servicios del ámbito de la diversidad funcional, trabajando y pensando por: los centros de educación especial, centros ocupacionales, pisos supervisados, preparador laboral…

Cazarabet conversa con Manuel Rodríguez Txelu:

-¿Cuándo llegará la hora de educar para estimular la curiosidad, para acercarnos a “querer aprender” sin caer y dejando atrás el autoritarismo, el miedo al suspenso...?

-No creo que haya que esperar a que nadie nos diga que ha llegado el momento. El momento es ahora mismo. Tenemos que formarnos colectivamente, autogestionar nuestros aprendizajes, apostar y arriesgar por hacer realidad, por materializar nuestras ideas. Es realmente complejo y nos encontraremos con infinidad de trabas, pero si no lo intentamos las perjudicadas serán las peques.

-El ciudadano y la ciudadana: ¿qué responsabilidad debe tomar en ello?

-No soy muy “amigo” del concepto de ciudadanía. Lo doto de un significado estatista, de legitimar al Estado como el garante de la satisfacción de nuestras necesidades y deseos. Abogo por la autogestión. Es más, considero que no debemos confiar en que la escuela o los espacios de desarrollo respeutoso, por sí solos, cambiarán la sociedad. Creo que es necesario un enfoque global.  Tomar conciencia de que la educación es una herramienta básica, pero no la única. La responsabilidad ha de ejercerse en el puesto de trabajo, en la familia, en el barrio, con las amistades, en la relaciones de afectivo-sexuales...

-Porque la educación, así entendida o como tú pretendes acercárnosla es cosa, poco a poco y en su medida, de todos... ¿no?

-Creo que es importante, sobre todo desde los ambientes más politizados, recuperar la importancia, la relevancia de la educación. En el primer tercio del siglo XX iban unidos el ateneo libertario, el sindicato anarquista y la escuela racionalista. Por otra parte, considero igualmente necesario la generación de espacios de convivencia intergeneracional. Hemos sustituido la calle, las plazas y parques, como centros de socialización intergeneracional por lo centros comerciales y la vida familiar aislada.

-La gente que elige hoy en día dedicarse a la pedagogía, a ser maestros, profesores... ¿se están formando para “enseñar a aprender”?

-Como escribía anteriormente, los aprendizajes que nos ofrecen en la universidad, en la mayoría de los casos, son de pésima calidad para realizar una intervención educativa respetuosa. En el mejor de los casos, pueden que nos presenten, de forma anecdótica, algún proyecto “alternativo”. Pero cuando una maestra o un maestro sale de la facultad, no tiene las herramientas pedagógicas y metodológicas necesarias. Por ello, reproduce los métodos, los modelos que conocen; que seguramente fueran los que sufrió.

Asimismo, creo que hay que tener mucho cuidado en el “enseñar a aprender”. Últimamente estamos viviendo un período en el que se visibilizan las “escuelas libres”. Están presentes en la televisión, en los períodicos de gran tirada, las leyes educativas incorporan conceptos “innovadores”... pero creo que hemos de tener cuidado. Hasta los jesuitas han dicho que dejarán de hacer exámenes, usar libros de texto... hace un siglo el capitalismo demandaba una determinada formación de la clase trabajadora, entre cosas fue un motivo por el que se buscó la universalización de la escolarización, pero el capitalismo demanda ahora otras cualidades en las trabajadoras y trabajadores: trabajo en equipo, creatividad, oratoria... por tanto, hemos de considerar que es fácil que el Estado asimile una metodología activa, por ejemplo (diferenciando metodologías activas de pedagogía antiautoritaria). Pero que puede ser peligroso considerar la escuela como un lugar de búsqueda de personas emprendedoras, con capacidad de adaptación al sistema, que tendrán éxito en la vida... puesto que eso es precisamente lo que desea el Estado y el capitalismo, personas más competitivas. Siempre desde un enfoque individualista. Además, seguramente en unos años las grandes constructoras que se dedican también a la educación infantil, publicitarán sus escuelas como respetuosos, libres... puesto que darán un enfoque mercantil, de negocio puro y duro a las metodologías activas.

-¿Hay posibilidades, en un futuro más o menos próximo, de tener algún día una escuela “más libre”: de docentes que puedan enseñar de manera más libre y de alumnos y alumnas que estén prestos a aprender de manera, también más libre?

-Ese futuro llegará cuando nos organicemos para que llegue. Las peques aprenderán atendiendo a nuestra intervención. Creo que no debiéramos pensar que por acudir a una escuela libertaria o a una escuela libre, las personas serán de una determinada manera en el futuro; dado que en el resto de ambientes en los que se conviven habrá otros valores que están interiorizando. Y eso no es responsabilidad de las peques, es responsabilidad de las adultas, que somos quienes estructuramos la sociedad de una u otra manera, y quienes dejamos, delegamos que un número reducido de personas organicen la realidad en favor de sus intereses económicos.

-Lo que sí creo que poco a poco estamos ganando es en esto del enseñar para los niños o para las niñas... Hoy en día cada vez creo que se da menos lo del capítulo V: “He hecho el trabajo sobre el fútbol porque soy niño”... ¿qué nos puedes decir?

Pues la verdad es que pienso de forma totalmente opuesta a esa afirmación que realizas en la pregunta. El patriarcado es la base fundamental de nuestra sociedad occidental. Y la escuela, como reflejo de la sociedad, es reproductora primaria de esa sociedad.

Hace poco vi una escena de un documental en el que un bebé (niño) era vestido con un traje rosa y era presentado a personas adultas. Posteriormente, era vestido con un traje azul y era presentado a un grupo de personas adultas. Las interacciones de las personas adultas eran totalmente diferentes: la comunicación no verbal, las palabras, las expectativas, el contacto físico... rápidamente se resaltaba la belleza de la niña y la fuerza del niño, el deseo de que el niño fuera futbolista... antes de nacer, la niña ya tiene preparado su vestido rosa.

Y en la escuela ocurre exactamente lo mismo, pero ejercido por personas que supuestamente deben educar. Uso del lenguaje masculino como neutro, “un par de chicos fuertes que me ayuden”, la comunicación no verbal, las bromas, los juegos, el tono de voz, la actitud ante situaciones de peligro, “las princesitas no se manchan”, películas, cuentos y canciones machistas, uso de amplios espacios por los niños y uso de reducidos espacios por las niñas (germen de la proyección pública de los hombres y de la reclusión al ámbito doméstico de las mujeres), orientación heteropatriarcal de la sexualidad (“¿Tienes novia?” en lugar de “¿tienes pareja?”), favorecimiento de situaciones mediante actividades o juguetes en las que las niñas realizan actividades de cuidado (como “futuras” mujeres) y los niños de deporte o actividad intelectual...

-Txelu, ¿cómo una verdadera “Escuela libre” debe abrirse, adecuarse, actuar y definirse hacia la diversidad funcional y a las personas con discapacidad – con todo tipo de discapacidades?

-Pues la verdad, es que no tengo la receta, ni creo que existan fórmulas mágicas. Pero puedo intentar lanzar algunas ideas para la reflexión. En primer lugar, dotar de ínfima importancia los diagnósticos (cierto es que pueden tener algún beneficio), de conocer a las personas, de conocer en qué ámbitos requieren de necesidades de apoyo, conocer sus estilos y ritmos de aprendizaje para dar apoyos que satisfagan sus necesidades. Hace falta mucha formación y experiencia. Pero sobre todo muchos recursos personales. Hace poco reflexionaba junto a unas amigas acerca de cuántas peques con discapacidad podría asumir una determianda escuela. Y llegamos a la conclusión de que nunca nos plantearíamos cuántas peques podría asumir que necesitaran mucho movimiento o cuántas peques se podrían asumir que se relacionaran de forma violenta o agresiva. Teniendo suficientes recursos personales, formación y una actitud de autocrítica y permanente reflexión, creo que se podría realizar una intervención respetuosa, sin importar las capacidades, las formas de percibir, de relacionarse, de desplazarse...

-El tema de la autoridad de cómo afrontar ciertos problemas de entendimiento entre el maestro y los alumnos... ¿cómo lo debe afrontar una escuela de “pensamiento libre”?

-Nuevamente no me veo con la capacidad para contestar a una pregunta de tanta “envergadura”. Lo que sí creo es que las adultas no debieran tener la capacidad de ejercer represión, de poder castigar o premiar. Sino que considero que la resolución de conflictos ha de ser asumida por el colectivo, con la menor actuación posible de las adultas. Y para ello, se ha de dotar a las peques de las herramientas necesarias: desde la asamblea como espacio de conocimiento interpersonal y de resolución de conflictos hasta favorecer, mostrar y ejercer de modelo de comunicación no violenta y empática, pasando por eliminar todo contexto que favorezca la competición y el individualismo.

-¿Qué experiencias, Txelu, te han alentado, te han abierto, no sé con pruebas tangibles, los ojos (aún más si cabe sobre tus ideas) en lo concerniente a dejar que la gente aprenda y sigamos aprendiendo de manera libre?

-Pues creo que las primeras experiencias tendría que empezar a buscarlas en mi adolescencia. Cuando empecé a politizarme y a intentar conocer mi entorno. Cuando empecé a comprender la necesidad de la horizontalidad en las relaciones, de luchar contra todo tipo de autoridad. Involucrarme en proyectos colectivos. Además, el haber realizado períodos de prácticas en Paideia y Trabenco-Leganés supuso una fuerte dosis de conocimiento, de formación (no sólo “académica”, sino sobre todo personal)

-Para los que fuimos enseñados de otra manera, entrando con cierto “miedo” a algunas clases y frente a algunos profesores... no es fácil olvidar aquellos días, pero si tenemos curiosidad por todavía seguir aprendiendo y reciclarnos, ¿cómo debemos hacerlo para despojarnos de nuestros propios lastres y miedos?

-Considero que lo más importante es intentar de construirnos como personas con mente escolarizada y personalidad estatista-capitalista-religiosa. A partir de ahí, empezar a trabajar.

-¿Y el maestro, la maestra, el profesor y la profesora... ¿qué tienen que hacer para evolucionar hacia una escuela en la que el alumno coja agujetas y no precisamente de hacer abdominales, sino de levantar el brazo para no parar de preguntar o dolor en los párpados de tanta atención?

-Supongo que si cada maestra o maestro se plantea realmente lo que desea cambiar, sabrá cómo hacerlo. Más ahora, con la presencia de internet y la infinidad de información existente y el momento en que nos encontramos en el que hay una gran oferta de formación ofrecida por proyectos educativos antiautoritarios.

Con todos mis respetos, pero puede que no sea lo más apropiado partir de la idea de “levantar el brazo para no parar de preguntar”. Relaciono esa idea con una clase en la que las niñas y los niños se encuentran sentadas mirando a la maestra o el maestro que habla. Puede que una primera opción, pudiera ser echar las mesas y las sillas a un lado, para dejar espacio en el que poder aprender a través del juego, de la experimentación.

-Por último, amigo Txelu, cuéntanos un poco cómo ha sido la experiencia de escribir este libro y aprender con él.

-Ha sido una experiencia bonita. Tras muchos años de devorar libros, conocer proyectos, tener larguísimos debates, hacer cursos y talleres... e ir anotando todos esos conocimientos y sensaciones en libretas, decidí que todo eso que había ido escribiendo podía adoptar forma de libro. Siendo plenamente consciente de mis limitaciones, pero quería aportar mi granito de arena a la escasa edición de material de pedagogía libertaria. E intentando, desde la humildad y el respeto, generar debate sobre ciertos temas. Además decidí acompañarme en este proceso de bellas personas que ilustraron el libro, escribieron letras o musicaron esas letras (en breve estará disponible la “banda sonora” del libro). Tuve la suerte posteriormente de que Volapük apostara por este trabajo. Ha servido para intentar ordenar mis ideas sobre la educación; aunque lo que realmente ha conseguido el libro, ha sido abrir un montón de puertas por las que poco a poco voy adentrándome.

“Dejadnos aprender. Reflexiones desde la pedagogía libertaria”