jueves. 28.03.2024

Corre, corre, corre…

Corre, corre, corre…no te pares, si te detienes no cumples los objetivos. Tienes que respirar, ¡respira hondo!, una, dos, tres veces… ufff, otra vez, coge aliento y sigue adelante. Sin desfallecer, a por otro encargo. (Texto y foto: Carmen Barrios)

barrios550
Foto: Carmen Barrios

Corre, corre, corre…no te pares, si te detienes no cumples los objetivos. Tienes que respirar, ¡respira hondo!, una, dos, tres veces… ufff, otra vez, coge aliento y sigue adelante. Sin desfallecer, a por otro encargo. Los paquetes chillan como conejos hambrientos, alineados en estanterías infinitas, locos por salir de su madriguera. Cuantos más paquetes entregues, más dinero. Si no alcanzas el listón, no cobras. Corre, tienes que correr más, más veloz, más deprisa, más rauda, uno, dos, tres, cinco, once, diecisiete, veinte paquetes entregados…estás obligada a superar los 25 kilómetros de pasillos de la jornada de ayer. Vuela. Si consigues los 25 kilómetros, es que puedes hacer más. No está permitido desfallecer, tienes que seguir adelante, corre, vuela, corre más, acelera, no te pares, sigue, sigue, corre…

Hoy es un día expressss, comienza la Campaña de Navidad y hay que volar, la Compañía exige volar, vertiginosamente, como lo hacen los halcones cuando se lanzan a por una presa, correr no es suficiente hoy, te repites desde que te has levantado esta mañana. Has salido de tu casa con la angustia de no dar la talla, te sientes como el correcaminos, mic, mic, toda la jornada laboral perseguida por un coyote que te espolea hasta la extenuación. Pero tú no eres un dibujo animado, eres una persona. Tienes límites, ¿cuál es el tuyo?, ¿lo sabes?, ¿hasta dónde puede aguantar alguien como tú?

Formas parte de la brigada de los “recolectores” y te exigen celeridad, cuanta más mejor, tu misión es entregar paquetes, paquetes y más paquetes, sin parar, sin descansar, sin caer. Los encargados vigilan bajo su uniforme marcial que cumplas sin perder un segundo. Parecen auténticos soldados con sus botas de cuero negras, altas y relucientes, con el símbolo brillante de la Compañía impreso en la hebilla, una flecha naranja que va de la “a” a la “z” como una sonrisa burlona. No puedes fallar. 

La Compañía es un ogro insaciable. Durante la Campaña de Navidad se vuelve voraz, se traga paquetes y más paquetes, en una bacanal de consumo que no se detiene al ritmo frenético del heavy metal. Es un experimento de los expertos del departamento de investigación, que aseguran que con música estridente se triplican las ganancias. Eres como una cobaya de laboratorio, que se desplaza vertiginosa de un estante a otro, de un pasillo a otro, sin comunicarse con ninguna otra cobaya. No hay tiempo, cada segundo cuenta.

La música, concéntrate en la música, no te mires los pies, mira al frente y corre, vuela, acelera, un paquete, otro paquete, tres paquetes, cinco paquetes, treinta paquetes… La empresa exige más, hay que seleccionar los paquetes sin confundirse y entregarlos a los “recepcionadores” inmediatamente, ¡ya!, sin dilación, sin perder un instante, en el tiempo que se tarda en emitir un suspiro, cuantos más kilómetros recorridos por los pasillos más paquetes entregados.

Qué fastidio, justo ahora. Te acaba de bajar la regla, te notas húmeda, pero todavía te faltan veintidós minutos para el almuerzo, te tienes que aguantar, tu sueldo depende de los paquetes que entregues y si pierdes el ritmo no cobras, no alcanzas el listón. La fábrica de la zona Norte es enorme, tiene la extensión de cinco campos de fútbol, aseguraba un artículo que leíste en un diario antes de entrar a trabajar aquí. También ponía que se ofrecían condiciones de trabajo óptimas, y buenos salarios,… mientras notas con desasosiego cómo la sangre caliente empapa tus bragas y tu pantalón, y el pulso se te acelera por la vergüenza y el estrés, ¡VERGÜENZA Y ESTRÉS!, ¡vaya cóctel cabrón¡, no puedes ni siquiera pararte para ir al retrete, te preguntas de dónde sacó los datos el listo que escribió ese artículo…¡puñetero periodista!... pero deja de pensar mujer, pensar no conduce a nada, ¡no conduce a nada!, te repites en voz alta, y gritas arañándote la garganta: ¡¡¡PENSAR NO CONDUCE A NADA!!!... Pensar te frena y no te lo puedes permitir, tienes que seguir, estás obligada, debes continuar, de lo contrario todo habrá sido inútil, no cobrarás una mierda, solo un esfuerzo más… conoces cada rincón, cada pasillo de la fábrica, mejor que las cuatro esquinas de tu cama. Concéntrate en la música, ¡bum!, ¡bum!, ¡bum!, resiste, aguanta al ritmo frenético del heavy metal, corre más rápido, vuela, marcha, circula, transita, no frenes, no te pares…estás a dos minutos del almuerzo…ya casi esssstás…todo va lento ahora, las piernas te fallan…vas a caer, te hundes, los pies no te responden, te pesan como dos yunques de plomo, te quedas sin aire, te duele el pecho, el cuerpo se te afloja, te notas caer muy despacio, lentamente, como lo hacen las pelusas de salón, flotando sin ninguna prisa, antes de posarse sobre el suelo frío para ser barridas sin miramiento alguno. Eso es lo que harán contigo si no te levantas.

Corre, corre, corre…