jueves. 28.03.2024
libro

Los estaban esperando sus patinadores, los estaban esperando sus paseantes, los estaban esperando sus lectores que este año han disfrutado con alegría de la Biblioteca Eugenio Trías-Casa de Fieras; lo estaban esperando sus hojas, las hojas de los árboles y los árboles que saben que otros se han convertido en papel. Acaba mayo y el Parque de de El Retiro se viste de libros.

Celebramos la llegada de la Feria del Libro con cierta amargura porque sabemos que muchos lectores no pueden comprar libros y que no han bajado sus precios. Entre 15 y 20 euros es mucho para el único artículo de la cultura que no tiene un 21 por ciento de IVA. Es mucho y lo sabemos todos. Pero en estos tiempos hay nuevos editores que han apostado por la calidad y un precio más asumible: pequeños editores con textos clásicos traducido de nuevo, publicado en dos lenguas e ilustrado: así es más fácil.

Sin embargo, a los autores españoles –que no son corredores- se les hace correr en la pista más rápida. Los autores españoles que siguen en las grandes editoriales ven cómo sus nuevos libros salen al mismo precio que cuando no estábamos instalados en la crisis y la consecuencia es que los ponen a competir como si corrieran en pistas de atletismo (porque pistas de atletismo parecen los pasillos de las llamadas grandes superficies o supermercados); y, así, muchos sólo están minutos a la vista de los lectores, distraídos entre tanto estímulo en forma de luces de colores.

Mientras, los libreros han mirado a los ojos a los lectores y les han dado cobijo en sus trastiendas, en unos nidos casi clandestinos donde encontramos a filósofos como Emilio Lledó y Ángel Gabilondo. Son Lola Larumbe (Librería Rafael Alberti), Fernando Valverde (Librería Jarcha), libreros de siempre; Antonio e Inma (Méndez) y otros nuevos, como Curro (Tipos Infames) y Óscar (Cervantes & CIA), que han querido entregarnos su amor a los libros y a  los autores para que podamos disfrutarlos incluso sin comprarlos. Son los libreros quienes se han apartado de la carera de compra-venta para volver a un lugar que tuvieron en otros tiempos, el del amigo, el de la confidencia, el del debate, el del pensamiento.

Hoy en la Feria del libro los encontramos a todos o a casi todos: los autores, que son exhibidos unos segundos casi sin poder fijar la mirada en el lector; los libreros, que sonríen aunque no pueden reconocer a todos cuantos se acercan; los editores, que algunos quieren vivir la experiencia de caseta (como Jorge Herralde en la inauguración, y Ofelia Grande, otros días). Es la gran fiesta del libro.

Pero hay alguien más en este escenario. Es el Ayuntamiento, un Ayuntamiento que, conociendo cómo están las cosas, ha sido incapaz de que las bibliotecas públicas compren libros a las librerías de la ciudad. Es un actor en este juego que da patadas, que no se preocupa de que las novedades lleguen a las bibliotecas y tampoco recuerda que se ayuda a las librerías con esta compra. Y, en lugar de incentivar a las librerías y adquirir libros para las bibliotecas, hace dejación de sus obligaciones en manos de una empresa, no madrileña sino gallega, que mantiene sus estanterías desabastecidas. Resume la penosa situación el hecho de que el 23 de abril, Día del Libro, se pudieran leer en las bibliotecas de Barcelona libros que mes y medio después todavía no se pueden leer en las de Madrid.

Hay que conseguir que los autores, hacedores de nuestros sueños, no sean quienes tengan que donar sus libros para que los madrileños que menos tienen los puedan leer. Hay que conseguir que la comunicación entre autores y lectores no pase a la velocidad de una carrera de atletismo. Hay que volver a los tiempos de la palabra, del pensamiento, del lector y del autor, y dejar atrás de una vez por todas las palabras consumidor, cliente y vendedor.

Gracias a los libreros por haber sabido cobijar los sueños de los lectores y por airearlos estos días entre los árboles de El Retiro. Gracias a los bibliotecarios, por echar a volar su imaginación y compartir la alegría de leer. Gracias a los editores que quieren editar, que quieren aportar y que quieren que el lector se siente a leer y mirar sus libros. Y gracias a los autores; sin ellos, nuestros sueños serían pesadillas. De nada, por el contrario, al Ayuntamiento de Madrid, que más que contentarse con asistir a la inauguración de la Feria debería pensar en la importancia de la cultura y darse cuenta de que el corazón de la ciudad palpita hoy en el parque de El Retiro. Y no gracias a él. 

El corazón lector de Madrid