viernes. 19.04.2024
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Librería Rafael Alberti (Madrid). Fotografía © Nacho Goberna 2015.

lecturassumergidas.com | @lecturass | Por Emma Rodríguez | A principios de marzo desayunamos con una noticia bastante desalentadora. Según el último Observatorio de las Librerías, correspondiente a 2014, en un año desaparecieron 912 librerías en nuestro país y se abrieron únicamente 226. Dicho de otro modo: cada día se cerraron 2,5 de esos lugares tan especiales en los que el negocio convive con propósitos menos materiales: la formación, la creación de conciencia, la educación de la sensibilidad, de la mirada.

En este texto podría analizar los motivos de una tendencia muy preocupante: la crisis que ha provocado la caída en picado de las ventas de libros; las malas políticas aplicadas por gobernantes que han dado la espalda a todo lo que suponga conocimiento; la propia dinámica de las sociedades del lucro, que cada vez han ido arrinconando más la cultura; el descuido de los medios convencionales por los contenidos de fondo; la falta de previsión, de imaginación, del sector, que no ha sabido adaptarse a los cambios, a las nuevas costumbres, al horizonte que la red abre en todos los sentidos...

En este texto podría ser partícipe de esa tendencia informativa de resaltar la catástrofe o el escándalo, como si los contenidos, los ámbitos de la cultura, no fuesen por sí solos lo suficientemente atractivos. Pero, sin dejar de ser consciente de lo grave de la situación, mejor poner el foco sobre la resistencia, la no resignación. “El presente es complicado, muy complicado. Se cierran librerías y el recambio no va tan rápido como quisiéramos, pero esa cara tan negativa que damos los libreros nos hace más daño que bien. No podemos ser noticia sólo por eso. Hay otros mensajes positivos”, me decía hace unos días Lola Larumbe, al frente de la mítica librería Rafael Alberti. Una librería que cumple 40 años y nos lanza el mensaje de que aún queda camino, aventura, gigantes a los que batir.

“Todavía somos muchos los que resistimos. Si nos limitamos a Madrid, ahí está Jarcha, en Vicálvaro; Antonio Machado; El Buscón; Polifemo; Méndez; Marcial Pons…”, comenta Larumbe, una mujer que habla de los libros como lectora apasionada; aunque reconozca que aunar la pasión con el trabajo llega a ser muy absorbente, y que está convencida, sí, de que resulta sano dejar un poco de lado la queja e insistir en los aspectos más luminosos; por ejemplo, la cantidad de pequeñas editoriales independientes que han ido surgiendo y enriqueciendo el mapa en los últimos seis o siete años; por ejemplo, la calidad y la diversidad de las propuestas, de los diseños, de las traducciones, de los autores, “un panorama que no nos encontramos en otros países, donde la oferta es mucho más homogénea”.

En el caso de la Rafael Alberti se ha optado por la librería como lugar de encuentro, de diálogo con los lectores, a través de múltiples actividades: charlas con los escritores, clubes de lectura, talleres infantiles… La veterana librería abrió sus puertas en 1975, tiempos de Transición, de efervescencia, pero también de tensiones. Los primeros dueños desistieron del empeño a los cinco años de andadura, etapa en la que fueron víctimas de un ataque fascista, igual que otros espacios culturales identificados con la izquierda. Fue, en la segunda fase del trayecto, cuando se incorporó una veinteañera llena de ilusiones que no podía imaginar que aquella travesía se prolongaría tanto en el tiempo y que la conduciría a un hoy también incierto, inestable, resbaladizo. “Nos hemos ido haciendo mayores en la librería a la par que el país. Los 80 no fueron fáciles. La sociedad española estaba saliendo de una larga dictadura y buscando forjar sus nuevas estructuras. La desintegración social, la confusión de entonces, eran muy similares a las de ahora, pero, sin embargo, había un gran impulso y mucha ilusión por crear cosas nuevas. Ahí está la gran diferencia”, explica Larumbe.

En cuanto al cambio de las tendencias de lectura, señala: “Es muy interesante constatar que las obras de escándalo y de cotilleo están a la baja y que vuelve el interés por la política y la economía. Es evidente que la crisis ha despertado la indignación, la conciencia, la participación, y eso se nota en lo que se lee. La atención por la ficción permanece y gana terreno el pensamiento. Están surgiendo filósofos, ensayistas capaces de conectar con los lectores con obras apetecibles, cercanas, mucho menos académicas”...

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Celebrando los 40 años de la Rafael Alberti