jueves. 25.04.2024
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Catedral de Sevilla.

Solamente en Italia y Polonia hay un par de ciudades que pueden tener el orgullo de contar con dos catedrales, a falta de una, como tiene la mayor parte de las ciudades. En España no sólo está el mayor templo gótico del mundo, la catedral de Sevilla, con 11.500 metros cuadrados, superada únicamente por san Pedro del Vaticano en Italia, y la Basílica de Nuestra Señora la Aparecida en Brasil. Además hay cinco capitales de provincia, y una pequeña ciudad -que ni siquiera es capital provinciana-, que a falta de una, cuentan con dos catedrales. Total, seis ciudades españolas tienen dos catedrales cada una. Pero también en España hay pueblos con menos de 50 habitantes que tienen su catedral, hemos resaltado dos por su importancia histórica.

Las cinco capitales de provincia, Salamanca, Vitoria, Lérida, Zaragoza y Cádiz, y la villa de Plasencia (Cáceres), pueden enorgullecerse de contar no con una catedral, sino con dos. Varias son las razones que expondremos a continuación, y no precisamente por su significado, pues la palabra “catedral” deriva de “cátedra” -en este aspecto también se aplica a la enseñanza, catedrático-. “Catedral-cátedra” significa “asiento”, “silla” o “trono” de quien imparte enseñanzas, en el caso eclesial, el obispo, es decir, el templo que alberga la sede episcopal desde donde el obispo titular de la diócesis -provincia religiosa- imparte su doctrina y dirige en jurisdicción su feligresía y sus parroquias, cuyos titulares, vicarios, priores, arciprestes, párrocos y coadjutores le deben obediencia. Desde su sede realiza la labor pastoral que abarca tanto la capital o ciudad donde esté asentada la catedral como toda la provincia. En España casi coinciden las capitales de provincia con las diócesis, reminiscencias de las divisiones territoriales que se hicieron en tiempos del Imperio Romano, dando a entender que el obispo de la capital de tal diócesis era de jerarquía superior a los otros obispos de otras ciudades, según se definió en el Concilio de Nicea, en el siglo IV, y en otros concilios posteriores, aunque se da el caso, como Coria y Plasencia en Cáceres, Astorga en León, Mondoñedo en Lugo, Sigüenza en Guadalajara, Calahorra y Santo Domingo de la Calzada en Logroño, Solsona y Tortosa en Tarragona, o las recientemente creadas diócesis de Alcalá de Henares y Getafe en Madrid, por nombrar algunas, que no coinciden con la cabeza de provincia y son también sede episcopal. Pero las dos catedrales no se deben precisamente a esta división, o que haya más de un obispo, sino que ambas catedrales, y esto es lo curioso, pertenecen al mismo obispo.

De manera semejante a esta división en diócesis, que no coinciden con la capital de provincia, podrían nombrarse las que se han dado en llamar “concatedrales”, como la de Tuy-Vigo (en la imagen), Mérida-Cáceres, etc, que no son sino una descentralización jurisdiccional eclesiástica con fines pastorales. Sin estar ubicadas en la misma capital, comparten con ésta y su obispo la condición de sede o cátedra del obispo en otro templo. Si a las catedrales unimos las “concatedrales”, las basílicas y las colegiatas, que tienen un rango semejante pero de menor importancia, aunque externamente, en extensión, arte y  feligresía superen a la capital, podíamos contar en España casi trescientas.

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Es un fenómeno típico de la iglesia española. Por algo España ha sido tradicionalmente uno de los garantes de la religión católica en el mundo. La prueba la tenemos en el elevado número de catedrales que hay en nuestro país, más de ochenta, sin contar las llamadas concatedrales y basílicas. Es tal la profusión de templos en cada región española, que rara es aquella que no tenga no una sino varias repartidas por su geografía, y en algunas ciudades más de una. Hasta en pequeños pueblos y aldeas, se puede sorprender el viajero con un hermoso o gigantesco templo, a veces, perdido en medio del campo, como sucede a un centenar de kilómetros de Madrid, en la provincia de Toledo con un extraño templo, conocido como Santa María de Melque, sobre el que se han vertido estudios sin ponerse todavía de acuerdo en si es no es templo visigótico, residencia templaria, prerrománico... Se conserva en buen estado (pertenece hoy a la Diputación toledana) porque sirvió hasta hace poco como establo y pajar. Quedan claros restos de esta actividad, dentro y fuera, en la explanada, de esos establos, acondicionados hoy como centro de interpretación y exposiciones.

Dos pequeños pueblos con dos grandes catedrales

Es tan rico nuestro pasado y nuestro patrimonio, que en pequeños pueblos que no llegan al medio centenar de habitantes, el viajero se puede encontrar con una catedral románica o gótica, digna de admiración. Se da el caso de catedrales que servían de residencia episcopal solamente durante una época del año, por ejemplo en vacaciones, que ya los obispos se las tomaban en siglos pasados, como la que existe en Bonilla de la Sierra, pueblito de 30 vecinos cerca de Piedrahita (Avila), que cuenta con castillo y catedral en buen estado exterior, pero diezmados ambos en su interior y en obras de arte. Ahí pasaba los veranos y ahí murió en 1455 el obispo titular de la diócesis abulense, Alonso Fernández de Madrigal, precursor del humanismo en España, conocido por sus escritos con el sobrenombre de “El Tostado”, figura insigne, que mandó levantar dicha catedral y castillo, donde buscó asilo el rey Juan II, de los Trastámara, junto a otras personalidades como el confesor y consejero de la reina Isabel la Católica, Hernando de Talavera. (Además de estas y otras insignes figuras, también pasó por ahí, hace pocos años, el mayor ladrón y experto en arte, Erik el Belga, que se llevó lo mejor de nuestros tesoros y monumentos, como en Bonilla de la Sierra y Roda de Isábena, al que han sucedido últimamente oros ladronzuelos que destrozan más que se llevan y asaltan un día sí y otro también monumentos en pequeñas pueblos aprovechando que apenas si cuentan con vigilancia; hasta hoy no se pensaba que nadie osaría tal sacrilegio y hurto del patrimonio nacional y afectivo, que supera cada año los 50.000 millones de euros en obras de arte robadas, expoliadas, destrozadas y perdidas, causando un daño irreparable que afecta a toda la sociedad, sea creyente o no).

Roda de Isábena, en la provincia de Huesca, es la población más pequeña de España que cuenta con templo catedralicio. No llega al medio centenar de habitantes (en el invierno crudo una veintena de vecinos), pero cuenta con mucha e importante historia detrás, remota y reciente. Es sede episcopal desde el siglo X, capital que fuera del condado de Ribagorza, y contó con dos catedrales, una de ellas fue destruida por el hijo de Almanzor en 1006.

En la catedral de Roda se ha conservado durante siglos la versión más antigua de la llamada Crónica de Alfonso III, denominada por eso Crónica Rotense. Fue escrita entre la segunda mitad del siglo X y el siglo XI. Después de ser robada -probablemente por Erik el Belga-, estuvo en paradero desconocido durante mucho tiempo hasta que reapareció en una biblioteca privada de un famoso anticuario. Es una historia de España escrita en latín rudo, precursor de nuestro idioma, en San Millán de la Cogolla -donde aparecieron también los primeros textos en castellano-; abarca desde el reinado de los últimos godos, hasta el final del reinado de Ordoño I de Asturias (866), presentando a la monarquía asturiana como heredera del reino visigodo. Está escrita en un latín bastante bárbaro, se cree que por un laico.

Pero vayamos a las ciudades con dos catedrales, fenómeno típico español.

CIUDADES CON DOS CATEDRALES ¿POR QUÉ DOS?

Las recordamos: Vitoria, Salamanca, Zaragoza, Lérida, Cádiz y Plasencia. Las razones para que la misma ciudad cuente con dos catedrales son varias, desde la económica a la arquitectónica, pasando por la religiosa y, sobre todas ellas, las razones prácticas. La principal, era el aumento de feligresía que obligaba a agrandar el templo -frecuente en las iglesias del Camino de Santiago- donde cada año acudían más peregrinos y había que darles cobijo. Otras veces se consideraba, además de la pequeñez del templo y la necesidad de su ampliación, su poca relevancia arquitectónica, o escasa estructura defensiva, y se construía otro mayor y mejor, derribando en unos casos el anterior, y en otros, conservándolo, bien para no interrumpir los actos litúrgicos, bien para evitar gastos de derribo y escombros. Mantener la antigua catedral, durante las obras y después con la nueva edificación, es la razón fundamental, como sucede todavía hoy en Vitoria, y como ocurrió hace siglos en Salamanca.

La catedral de Vitoria (Gasteiz), dedicada a la advocación de Santa María, comenzó su construcción en el siglo XIII. Ha estado abierta al culto hasta que se cerró en 1994 con vistas a una renovación integral del monumento. A esta se la conoce como catedral vieja para distinguirla de la dedicada a la Inmaculada Concepción de María, construida en la primera mitad del siglo XX en estilo neogótico.

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En Salamanca, entre los siglos XII y XIV, se construyó la catedral de Santa María, cuando el románico estaba dando paso al gótico. Contigua a ésta, a la que falta un lateral por eso, se construyó entre 1512 y 1733 una nueva catedral en estilo gótico tardío y barroco, dedicada a la Asunción de la Virgen. Predomina el conocido como “estilo isabelino”, gótico flamígero, porque la mandaron construir los Reyes Católicos a iniciativa de Fernando de Aragón, quien consideraba la antigua como “pequeña, oscura y baja”. La llamada “la vieja”, no se derribó porque faltó durante casi 300 años dinero para acabar la nueva, y no había otro remedio que seguir celebrando el culto en la antigua, por eso se mantuvo, si no, se hubiera derribado, sin respetar ni su antigüedad ni sus tesoros. A veces no tener dinero trae cosas buenas.

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La Catedral de la Seo, o el Salvador de Zaragoza (abajo, en la imagen), está construida sobre el solar que ocupaba la mezquita mayor musulmana. Era costumbre en la Reconquista, como suele ser práctica habitual en la historia de invasiones y dominaciones de un país por otro, que sus antiguos dioses y templos se reemplacen por los de los vencedores, así es desde los griegos a los musulmanes pasando por la conquista de América. Comenzaron las obras en 1683, pero hasta 1704 no se coronó con la torre de estilo barroco. También en estilo barroco se construyó la catedral-basílica del Pilar, que recibe su nombre de la columna o pilar donde, según la tradición, se apareció a Santiago la Virgen. En 1948 el papa Pío XII le concedió el título de basílica.

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La catedral vieja de Lérida, de estilo románico, presenta en el interior elementos góticos. En 1707 se transformó en cuartel y perdió su carácter religioso. Fue necesario, pues, otro templo catedralicio y Carlos III financió la construcción de otra catedral o Seu. El responsable del proyecto fue Francisco Sabatini, quien imprimió a la nueva catedral un estilo neoclásico (fue el primer monumento de este estilo en Cataluña).

En Cádiz, Alfonso X el Sabio mandó construir en el siglo XIII un templo sobre las ruinas de una mezquita árabe con la idea de ser enterrado en ella. Pero será Sevilla, ciudad que había sido reconquistada poco tiempo antes, donde reposen sus restos. En el saqueo de Cádiz de 1596, quedó seriamente dañada. Por ese deterioro se construyó otra, la Catedral de Santa Cruz, iniciada en estilo barroco, acabó en estilo neoclásico, al terminarse las obras más de un siglo después.

La única ciudad española con dos catedrales que no es capital provincial es Plasencia. La catedral  vieja o Iglesia de Santa María, comúnmente conocida como Catedral Antigua, es actualmente el Museo Catedralicio. Es un edificio de transición de románico al gótico, una de las mejores joyas de la “Perla del Valle del Jerte”. Su construcción comenzó a principio del siglo XIII y terminó en el XV. La catedral nueva comenzó su construcción a finales del siglo XV, y continuó a lo largo del  XVI dentro del estilo gótico-renacentista. Lo más destacable son los sillares de los Reyes Católicos y la cátedra del obispo, obras del tallista Rodrigo Alemán, y el retablo mayor del escultor Gregorio Hernández.

¿PARA QUÉ SIRVEN?

El hecho de tener una catedral le daba caché a una ciudad, al tiempo que le ayudaba a establecer también el poder económico y político y la asentaba como una plaza importante que defender, algunas, como por ejemplo, la de Ávila (abajo, en la imagen), formaban parte de la misma muralla. Las catedrales en España, además de centros de culto y arte, han servido como cobijo en épocas de guerra, hospital circunstancial, refugio ante las pestes y otras epidemias, y lugar para “saraos” de toda clase durante varias épocas. En algunas se celebran conciertos de música clásica/religiosa, exposiciones y obras de teatro. En la actualidad, además de servir como templo de culto, es un importantísimo factor para atraer y dinamizar el turismo; ‘ver la catedral’ es un objetivo común y obligado en toda ciudad española, hasta para el turista más perezoso. Y aunque parezca lo contrario, en España, tan original en estas ciudades con dos catedrales, no hay tantas. Nos superan Italia y Francia, que tienen el doble. Pero eso sí, la misma ciudad, con dos catedrales, solamente aquí, en España. Por algo somos diferentes. Ya solo queda, que como en otras partes, se utilicen con mayor frecuencia con otro tipo  de actos que no sean específicamente litúrgicos, como adecuadas representaciones teatrales, conciertos, no sólo de música sacra, exposiciones itinerantes, etc... Sería un buen enriquecimiento social, religioso y cultural. En Francia, por ejemplo, he asistido a conciertos de música pop que se programaban en ellas. Aquí tuve la suerte de ver hace bastantes años una representación teatral sobre Santa Teresa en Ávila cuyo templo se llenó. Claro, que fue hace años... ¿Por qué no pueden repetirse?

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Dos catedrales a falta de una