miércoles. 24.04.2024
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Montse y Paco en su librería Negra y Criminal. (Foto: Vozpópuli)

Adiós 'Negra y Criminal', adiós y gracias por los muchos y buenos ratos pasados entre las paredes de ese bajo de la calle de la Sal de la Barceloneta, barrio de pescadores, contrabandistas, emigrantes, de chiringuitos desaparecidos y de resistentes ante un turismo invasivo y depredador que lo quiere reducir a mero decorado.

Amo las librerías, siempre me ha producido una cálida sensación de bienestar pasear por entre sus paisajes de hileras de libros como un explorador que saborea la proximidad de tantas promesas de historias, personajes, sentimientos, luchas, derrotas, esperanzas, de vidas que me han ayudado a comprender la vida y muchas veces me han compensado de la vida. 

Amo 'Negra y Criminal' porque siempre fue una aventura, en parte por la difícil relación entre Paco y la racionalidad económica y en parte por que nació en tiempos de escasa valoración entre nosotros del género negro. El color negro en nuestra cultura ha señalado a una forma de entender la literatura comprometida, como sus protagonistas, en la búsqueda de la verdad, mejor dicho de las verdades y de sus contradicciones, empeñada en señalar la desnudez del emperador, aún en tiempos de burbujas y falso bienestar consumista globalizado. Más allá de la seducción que generan los misterios y su solución, la novela negra ha sido y lo es cada vez más un relato de investigación y de denuncia obre la realidad social. La novela negra, cada vez más mundial y mestiza, se convirtió en los finales del siglo pasado e inicios de este en la novela social que denunciaba las raíces económicas del crimen y las raíces criminales de muchas actividades económicas. La codicia, exaltada hasta por políticos de supuesta adscripción socialdemocracia, se mostraba como el más temible jinete de la Apocalipsis actual.

Amo 'Negra y Criminal' por su visión lúdica de la cultura, por mezclar las presentaciones de libros con raciones de mejillones y buen vino, una forma de hacer prima hermana de la que en la Semana Negra de Gijón combina el bullicio de la feria con el debate y la reflexión.

Amo 'Negra y Criminal', porque es un universo lleno de vivencias, muchas leídas y muchas más por descubrir, un mundo lleno de posibilidades de sorpresa, de emoción, de lucidez a veces dura y amarga. Le tengo especial cariño porque su geografía es mundial y porque entre sus paredes encuentran refugio muchas obras olvidadas por las modas comerciales a pesar de su calidad. Aunque son las modas las que generan beneficios y la homogeneidad la que se impone a la diversidad, como parte de esa guerra de clases que ganan ellos, por ahora.

Pero Paco y Montse regalaban, regalan aún hasta el 3 de octubre, con cada libro un plus de invisible pero eficaz complicidad. No se trata sólo del complemento de la oportuna y muchas veces necesaria información específica, de la importancia de ese fondo cada vez más excepcional en el panorama librero; es sobre todo la voluntad de compartir el placer de leer, de disfrutar con las palabras, vibrar con las tramas, abrir las perspectivas con las estructuras narrativas. Así brotaron los clubs de lectura, las alianzas con las bibliotecas, con las revistas especializadas, la red, la telaraña de afectos y solidaridades tan propia de la identidad de la izquierda antes del universo 2.0. Así nació BCNegra con un público siempre fiel y en aumento, más allá del atractivo mediático de las personas invitadas. Así brotaron los y las Complices que han ayudado a sostener la librería los últimos años, y es que la Barceloneta queda muy apartada de los itinerarios comerciales dominantes en Barcelona.  

Por todo ello con 'Negra y Criminal', perdemos mucho más que una librería. Lo que no deberíamos perder es la oportunidad de reflexionar, y actuar en consecuencia, sobre el modelo de distribución y acceso a la cultura, sobre las limitaciones y vacíos del mercado en el terreno cultural y sobre la necesidad de que la cultura crítica y alternativa sea lúdica y participativa. 

Adiós 'Negra y Criminal'