viernes. 19.04.2024
robot

Como casi todo el mundo ignora, la voz robot proviene del checo y alude a un trabajo duro y servil. Los robots vagamente antropomorfos y un poco tontos nos acompañan desde hace tiempo en forma de juguetes o brazos mecánicos industriales, por ejemplo, pero la economía digital anuncia un nuevo estadio de evolución para estas criaturitas.

Cambian hasta de nombre: bots. Robots informáticos que ejecutan alguna acción de manera autónomo y automática. Las principales plataformas de redes sociales anuncian su inminente desembarco, como programas capaces de suplir la interacción humana ante determinadas necesidades. Tal y como ya es posible pedirle a Siri o al mayordomo del Android información sobre multitud de tareas cotidianas, los bots se preparan para sustituir a los buscadores, encontrar y recomendar música, viajes, compras, reservarte mesa en un  italiano que seguro que te encantará o simplemente chatear a cualquier hora del día o de la noche con el resto de usuarios y servicios disponibles.

La parte buena es que nos ahorrarán probablemente tiempo y dinero, y simplificarán muchos trámites. En realidad, nos acompañan desde hace tiempo, marcando automáticamente números de teléfono para vendernos seguros o como contrincantes no humanos en el FIFA y demás videojuegos.

Como pasa con los minions, esos adorables seres gafotas y amarillos del cine, es cierto que pueden ser utilizados también para extender el imperio del mal. Ya les hemos visto en acción hackeando contraseñas y tarjetas de crédito, atacando servidores, enviando spam o robando bitcoins. Son bots los que inundan Twitter de falsas conversaciones y agotan en segundos las entradas a la venta para los espectáculos, como ha ocurrido en España recientemente con el concierto de Bruce Springsteen y como es ya habitual ante cualquier estreno en Broadway.

Pero han venido para quedarse. Y, aunque se comience a hablar de regular estas prácticas, hay posibilidades aún más inquietantes. Nada nos asegura que no puedan desarrollar un test de Turing inverso en el que el intento de hacer pasar a un robot por humano, se transforme en la manera de detectar humanos en un ecosistema de bots. Con las redes pobladas por máquinas autorizadas por nosotros mismos para contactar, publicar, sugerir, hacer like, invertir, cambiar de operadora, conversar, retuitear y hasta discutir y bloquear, quizás llegue el momento en el que los robots tomen conciencia de que esos raros y erráticos humanos, pesaditos y un poco torpes, son perfectamente prescindibles. De que en el universo digital ya no nos necesitan para nada.

Tú, robot