viernes. 19.04.2024
fregona

Por ser tan cotidiano, sencillo y familiar, podría ser considerado como un invento menor. Pero no. La fregona es el símbolo de la evolución de nuestra especie: del homínido al humano

Un palo de metro y medio con un trapo en su extremo es una máquina sencilla; sin embargo, tardó tiempo en inventarse, sólo cumple sesenta años, pero seguirá con vida mientras haya personas en el mundo y suelos que limpiar. Su idea se debe a un español cuyos avatares de patente y derechos le trajeron por juzgados y polémicas.

Por ser tan cotidiano, sencillo y familiar, podría ser considerado como un invento menor. Pero no. La fregona es el símbolo de la evolución de nuestra especie: del homínido al humano, y de la evolución de la mujer, en cuanto a consideración de simple compañera y madre, a veces incluso esclava, a reconocer su igualdad y complementariedad con el varón en todos los sentidos, jurídicos y sociales. Este reciente invento significó mucho en el aspecto antropológico, de la misma manera que cuanto a la movilidad significó el invento de la rueda. La fregona puede ser considerada como el paradigma de nuestra evolución, desde el mono al homo sapiens, que construye y utiliza instrumentos, deja de caminar horizontalmente, a cuatro patas, y comienza a andar erguido, el único animal de la creación completamente vertical. La fregona condensa en un simple palo -arma, herramienta- y un trapo -vestido, recato- toda una filosofía que nació con intención de facilitar el trabajo de limpieza y rendir más en menor tiempo, y ha acabado marcando una manera de vivir y trabajar con la dignidad que toda persona, sea él o ella, merece. Atrás ha quedado la figura de la “chacha”, arrodillada al lado de un cubo, de hinojos, la vista pegada al piso, frotando con sus manos los suelos de la casa, acabando con un terrible dolor de riñones y las manos arrugadas, cuando no en carne viva, por la sosa de los jabones. Ya no se llama “fregona” a esa mujer, sino al utensilio que utiliza. Tampoco se usa el masculino... Actualmente no sólo esta labor es propia de las féminas, también el hombre agarra, sin el menor complejo, el palo, el trapo y el cubo, y se pone a darle como si de una máquina se tratara. Este utensilio, de maquinaria sencilla y simple, ha mejorado una labor fundamental en la vida que, sin embargo, humillaba al ser humano, y no era valorada en su debida importancia. Sin la limpieza habría más enfermedades. No se trata sólo de estética, sino de salud y convivencia.

La postura de rodillas es gesto de humillación, sometimiento, minusvaloración, y a veces hasta de escarnio y castigo. Mantenerse erguido es gesto de poder, de superioridad, de lucha, de igualdad. Con la fregona se dignificó el trabajo de limpiar suelos, que hasta su invención se tenía que llevar a cabo de manera fatigosa y humillante. Con la fregona y sus derivados posteriores, el rendimiento se multiplicó con menor esfuerzo, tiempo y riesgo. Eso que se da en llamar “economía laboral y de producción”, que todo empresario y trabajador busca y justifica. Es, pues, un invento fácil, útil y antropológico. A pesar de su sencillez, se tardó tiempo en dar con el mecanismo adecuado para tal menester, hasta que en 1957 se puso a la venta en Zaragoza, y a diario se ha hecho imprescindible en hogares y locales públicos, como prueba de su aceptación y utilidad. Este año, pues, acaba de cumplir los sesenta. Pero al igual que la consideración de lo femenino, este simple artilugio también va evolucionando, y continuará automatizándose más en cada nuevo modelo. 

La fregona puede ser considerada como el símbolo de las primeras liberaciones de la mujer y de la colaboración que el macho debe prestar en iguales condiciones en las tareas domésticas. Desde que se inventara, los hombres la usan con el mismo garbo que la mujer más experta, libres de prejuicios machistas o feministas, sin caérsele los anillos varoniles, como los pruritos a la mujer más sofisticada. Su manejo no precisa libro de instrucciones; en un segundo, junto a un poco de agua, está disponible para su función. Es tal el reconocimiento a esta herramienta que uno de los primeros ejemplares forma parte del Museo de Artes Decorativas. Hasta llegar aquí, ha sido un camino, corto de historia, pero profuso en avatares, desde que lo inventara el ingeniero riojano Manuel Jalón Corominas (1925-2011) después de observar instrumentos de limpieza para el fuselaje de los aviones cuando se encontraba trabajando en los Estados Unidos en labores de mantenimiento de aviones a reacción.

Historia y avatares legales

En 1957 el ingeniero de Logroño, Manuel Jalón Corominas, a su regreso a España con esa experiencia, registra entre 1957 y 1964 varios utensilios anteriores a la definitiva “fregona”, inspirados en modelos de Estados Unidos usados en esos hangares. Los llamaba lavasuelos, y  constaban de unos rodillos y un cubo mecánico que rectificaría varias veces hasta llegar a 1964, en que desarrolló el mecanismo hoy conocido del palo, el trapo y el cubo, y que registró como patente de invención con novedad internacional. Lo hizo en 1968 en EE.UU, y lo describió ya como cubo escurridor con rodillos accionados a pedal. Pero había sido en 1957 cuando el primer vendedor llamado Enrique Falcón Morellón subastó el artilugio ante un público expectante de ese invento recién salido de las manos del ingeniero aeronáutico, y oficial del Ejército del Aire, que acabó patentando la fregona y el cubo de rodillos en España, con el nombre original de “aparato lavasuelos”.

Manuel Jalón se vio envuelto en jaleos porque decían que su instrumento era copia de los utensilios usados cuando estaba de emigrante limpiando aviones en los EE UU, y que la idea ya estaba patentada en otros lugares. Finalmente, la justicia dictaminó a su favor otorgándole el honor de haber patentado como tal la primera fregona, que él había inscrito como “aparato friegasuelos”. Pero ya se sabe cómo funciona el mercado -otro mercadeo más de la industria- el mercado de registro de patentes. Como curiosidad, recuerdo que se dice que el inventor por antonomasia es Thomas A. Edison (1847-1931), inventor, entre otros muchos aparatos, del fonógrafo y del recuento automático de votos en las elecciones. A Edison se le atribuyen más de mil patentes, algo que no se ajusta a la realidad, como sucede con la lámpara incandescente, o sea, la bombilla, inventada ya, que él solamente perfeccionó en el filamento. Algo semejante le pasó al inventor riojano de la fregona; existían artilugios que desempeñaban esa función, pero cabe a él la gloria de ser reconocido oficialmente como su creador.

ANTECEDENTES

Se habla ya, en crónicas del finales del siglo XV, de un primer utensilio similar a la fregona en el año 1496, formado por estambre unido a un palo de madera que se usaba para lavar las cubiertas de los barcos ingleses. De Inglaterra pasó al Nuevo Continente donde se extendió el uso de artilugios parecidos para limpiar barcos que realizaban grandes travesías; en los puertos españoles, sobre todo de Sevilla también se usaban instrumentos parecidos de palos y trapos. Pero como tal invento no figura en ningún documento, ni existe descripción pormenorizada de sus componentes o elementos.

Como útil para fregar grandes superficies lo patentó en 1837 un tal Jacob Howe. Sesenta años después, en 1897 otro inventor estadounidense llamado Thomas W. Stewart, patentó otro sistema que prescindía del estambre enrollado a un palo llamado mopa. Y en España proliferaron los registros de patentes entre los años 1900 y 1950 de utensilios semejantes. Hasta que en 1953 surgió lo más parecido a lo que hoy conocemos como “fregona”, obra de dos avilesinas, Julia Montousse Fargues y Julia Rodríguez-Maribona. Ese año patentan un “invento para fregar”, compuesto por un palo al que han pegado unas tiras que deberán escurrirse en un cubo.

Así, pues, podemos concluir, resumiendo, que anterior a este artilugio doméstico tan cercano y común a nosotros e imprescindible en las labores de limpieza, venían utilizándose trapos o paños de algodón y rollos de estopa para fregar, pero con la salvedad de que la persona tenía que arrodillarse para pasar el paño con las manos, repitiendo varias veces la acción de mojarlo en un cubo con agua y jabón, frotarlo en el suelo, escurrirlo retorciéndolo con ambas manos, y así, de rodillas una y otra vez. Ardua labor, hasta que el palo facilitó el trabajo, necesitando mucho menor esfuerzo de brazos, rodillas y riñones, y ahorrando tiempo. Cuando la superficie era extensa, como en grandes almacenes, naves, colegios, hospitales, y otros centros, se envolvía un paño mojado a la escoba para restregarlo sobre el piso, instrumento semejante pero más endeble que el invento del riojano. Cuando no se partía el palo, se despegaba el trapo de la escoba. Estaba todo casi hecho, pero a nadie se le ocurrió el invento hasta hace sesenta años. Y es que, a veces, las cosas, cuanto más sencillas, más difíciles son de descubrir. Y no sólo eso, sino que tuvieron que transcurrir bastantes años, de 1957 a 1970, a que se impusiera en todos los lugares de España; incluso en algunos sitios, hasta la década de los ochenta, se seguían fregando los suelos de rodillas.

Fue pues un pequeño gran invento con el que su creador, el riojano Manuel Jalón Corominas, fundó Rodex, la primera industria en Europa de fregonas. Entre finales de los sesenta, hasta comienzos de los ochenta, Rodex se sitúa entre las primeras industrias de menaje y limpieza en Europa. Ha habido y existen otras marcas, y ha evolucionado de tal manera que la fregona de hoy, el último modelo, poco se parece, salvo el palo y el trapo, a la primera. A partir de los primeros ochenta, fue evolucionando y mejorando sus componentes y su técnica, hasta el día de hoy, que parece un artilugio autónomo que quiera hacerlo todo, girar, escurrir, etc., con la menor intervención de quien lo maneja. Pero su esencia y elementos primigenios parten de la invención del aragonés Manuel Jalón, emigrante en los Estados Unidos, donde se percató, mientras limpiaba aviones, que usaban unos paños sujetos a un palo para llegar a todas partes sin necesitar tanto esfuerzo.

EL ESPAÑOL Y EL PALITO

Este magnífico invento sigue evolucionando y perfeccionándose; hoy existen las llamadas fregonas giratorias, que facilitan el trabajo sobre todo al escurrir el agua, haciéndolo de manera automática, o simplemente, con el pequeño esfuerzo de pisar un pedal. Incluso hay fregonas eléctricas de mecanismo semejante al de las “escobas eléctricas” que recogen directamente la suciedad de la misma forma que las aspiradoras, con su depósito incorporado al mango.

Sea cual sea su evolución técnica, adosar al trapo un palo para trabajar erguido, fue un gran avance, y de él deriva todo lo demás. Como sucede casi siempre con las genialidades, tuvo que ocurrírsele a un español. Quizá sea producto de esta tierra mediterránea, donde la intuición, y el menor esfuerzo, van unidos. También puede ser que superamos en tal magnitud la inteligencia que, como a los tontos, nos dan un palo, y nos ponemos tan contentos. Por algo también somos los inventores del futbolín -cuatro barras para mover 22 jugadores, sin correr ni esforzarse en demasía para darle a la bola-, y sobre todo, inventores del “chupa chups”, un caramelo pegado a un palito.  

¡Qué inventos! Hay que reconocer que la fregona no es lo que era, ni “la que era”, esa mujer esclava que de rodillas frotaba la baldosa. Decir “fregona” no es hablar ya de una mujer, sino de un instrumento. Un utensilio cuyo significado quizá no nos hemos parado a analizar por resultar cotidiano y común. Pero dignificó una labor que desempeñaban las pobres mujeres. Ya no hay “fregonas”. Y para no pecar de “sexista”, ahora también hay “fregonos”.  ¡Qué invento!

Un invento español que dignifica el trabajo