viernes. 29.03.2024
rojo

Conocer en tiempo real detalles que afectan a nuestra propia seguridad o que nos señalan cuánta gente participa en un acto y, por tanto, el calado o consenso que ha alcanzado la protesta, pueden decantar nuestra decisión de salir a la calle y formar parte de ella

@ebarcala | La foto de una mujer de rojo en el parque Taksim Gezi de Estambul, un vídeo en Youtube pidiendo solidaridad desde las barricadas de Kiev, aplicaciones móviles que coordinan por “bluetooth” a los manifestantes de Hong Kong… No hay movilización ciudadana que se precie que no cuente con las redes sociales como parte de su estrategia. Pero puede que las claves del éxito no sean - únicamente - el abanico de soluciones técnicas que ofrecen y la velocidad de difusión.

Cinco minutos después de que un tribunal decidiera no presentar cargos contra el agente que disparó a Michael Brown en Ferguson, Missouri, 40.000 usuarios lanzaban mensajes de condena en las redes, generando cientos de miles de menciones al respecto de forma casi instantánea. Todo un récord según el Social Media Listening Center, que monitoriza este tipo de respuestas a sucesos de actualidad en Estados Unidos desde hace más de dos años.

A pesar de lo espectacular de las cifras, las redes ofrecen posibilidades que van mucho más allá de un “me gusta” o un retuit. En el caso del joven acribillado a balazos por la Policía de Ferguson, se utilizaron también para organizar las manifestaciones de repulsa a través de foros y páginas de Tumblr o mediante mapas en los que señalar lugares para las concentraciones y actualizar el desarrollo de las mismas: número de asistentes, rutas de acceso, zonas de reunión, recogida de donativos…

Velocidad, tecnología e implicación

Junto a esas herramientas que se ponen a nuestro alcance, las redes posibilitan la búsqueda activa de información sobre un suceso (incluso si las referencias al mismo en los medios tradicionales son censuradas). Y esa acumulación de datos de distintas fuentes es más relevante de lo que parece a primera vista. Conocer en tiempo real detalles que afectan a nuestra propia seguridad (si las manifestaciones son violentas o no, si hay cargas policiales…) o que nos señalan cuánta gente participa en un acto y, por tanto, el calado o consenso que ha alcanzado la protesta, pueden decantar nuestra decisión de salir a la calle y formar parte de ella.

Si el caudal de mensajes que inunda los muros y “timelines” se articula además en un discurso coherente y llega como invitación expresa a unirse a una causa desde los perfiles de familiares, amigos o personajes públicos a los que seguimos, parece lógico que las probabilidades de implicación personal aumenten.

El Laboratorio de Social Media y Participación Política de la Universidad de Nueva York ha analizado algunas de esas consecuencias invisibles del uso de redes en las movilizaciones ciudadanas y señala, entre otras virtudes, la gran capacidad que demuestran para generar sentimientos de pertenencia a un grupo y apelar a nuestras emociones, tanto a favor como en contra. Tecnología e inmediatez precisan del apoyo de esas otras características únicas de las redes sociales para que una propuesta de movilización pase del abstracto interés colectivo a la decisión personal de involucrarse y participar.

De las redes a las calles