viernes. 19.04.2024
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El turismo comunitario se presenta como una manera de autogestión de los pueblos originarios bajo un compromiso social, el respeto al medio ambiente y la redistribución equitativa de beneficios

Elsy Carrasco, Diego González y Alba Pinos | El principal atractivo que presenta el Valle de Vilcabamba, en el Cantón de Loja, Ecuador, es la presencia de un gran número de personas que superan la edad de 100 años. Este hecho es tradicionalmente atribuido al clima, el agua -con propiedades curativas- y a una alimentación sana, factores que han generado cierto interés en los científicos y también en los turistas, los cuales acuden frecuentemente al lugar. Así, tal y como corroboran los datos emitidos por el Instituto Nacional de Estadística y Censos de Ecuador para 2010, el lugar se ha convertido en un reconocido emplazamiento de segundas residencias, con 905 extranjeros empadronados procedentes de EEUU, Alemania, Bélgica, Italia, Chile, Argentina y Colombia, mientras que la población local supone únicamente 3.873 individuos. Los residentes extranjeros suponen, por tanto, un 23% del total de los vecinos y vecinas.

Los efectos y consecuencias de este proceso no se han hecho esperar. La aparición de empresas inmobiliarias dispuestas a aprovechar este hecho ha llevado a una dinámica alcista en los precios de las viviendas. A modo de ejemplo, desde el año 2004 hasta la actualidad, la hectárea de terreno ha pasado de tener un valor de 1.000 dólares a superar los 30.000 dólares. Además, se ha llevado a cabo un importante cambio en el uso del suelo, de tierras agrícolas a residenciales y negocios turísticos; se ha producido un incremento notable en el coste general de la vida; el tejido comercial se ha inclinado a satisfacer las necesidades de los turistas y, por último, se está manifestando una pérdida de identidad cultural local muy potente. Esto ha acabado produciendo el desplazamiento de los habitantes originarios, proceso conocido como gentrificación rural.

Los rubros económicos provenientes del turismo solo benefician a las grandes empresas turísticas, mientras que la población ve como la agricultura y las actividades artesanales -como la elaboración del chamico y la panela- es sustituida por trabajos esporádicos mal remunerados que no les permiten mejorar su calidad de vida.

A eso hay que añadir que existen factores que están deteriorando el paisaje, como la deforestación, la destrucción de áreas naturales o la contaminación de los ríos Chamba y Uchima por parte de actividades antrópicas. A pesar de existir un Plan de Desarrollo y Ordenamiento Territorial, la mayoría de los proyectos no se ejecutan a cabalidad por falta de estudios de capacidad de carga en sus principales atractivos. Esto genera un escaso seguimiento, monitoreo y evaluación de estrategias diferentes, impidiendo el desarrollo endógeno de la localidad. Es más, la planificación turística ha sido -hasta el momento- gestionada por los altos estamentos públicos sin la participación de la comunidad, cuando estos son los mejores conocedores de la riqueza natural y cultural tangible e intangible del lugar.

Sin embargo, existe la posibilidad de plantear alternativas basadas en nuevas tendencia turísticas donde se manifiesten prácticas de interrelación de las comunidades autóctonas con los visitantes dentro de sus propios espacios rurales. Esto podría realizarse a través de una diversidad de actividades tales como el  senderismo, la ornitología, los deportes de aventura, el agroturismo, la gastronomía local, la sapiencia ancestral, el folclor, las costumbres, expresiones orales y juegos populares, los mitos, leyendas y demás; recursos que se encuentran en Vilcabamba pero que no han sido aprovechados de manera eficiente, algo que está conllevando la pérdida de la riqueza natural y cultural local. Aprovechar todo esto para elaborar un futuro diferente en el Valle de Vilcabamba basado en el turismo comunitario es, no solo posible, sino necesario. Además, esto se podría ver reforzado por el hecho que, desde el año 2002, existe en Ecuador la Federación Plurinacional de Turismo Comunitario, regulada por la Ley Turismo amparada por la Constitución ecuatoriana del 2008, la cual podría apoyar diferentes acciones mediante su conocimiento específico y experiencia.

El turismo comunitario se presenta como una manera de autogestión de los pueblos originarios bajo un compromiso social, el respeto al medio ambiente y la redistribución equitativa de beneficios, rescatando su legado patrimonial y brindando una experiencia turística que satisfaga a plenitud las exigencias de los visitantes. Ejemplos emblemáticos de turismo comunitario en Ecuador son la parroquia rural de Salinas, en la provincia de Bolívar, y la comuna de Agua Blanca, en el Parque Nacional Machalilla de la provincia de Manabí. En ambos emplazamientos, sus emprendimientos permiten el desarrollo sostenible de sus comunidades, lo que serviría como modelo a replicar en Vilcabamba. Se conseguiría, por último, luchar contra los efectos detectados: despertar el sentido de pertenencia y la valoración cultural, y todo esto obteniendo beneficios económicos equitativos para los poseedores de los recursos, disminuyendo el éxodo y logrando así el buen vivir de la comunidad.


Elsy Carrasco | Diego González y Alba Pinos | Máster en Destinos Turísticos Sostenibles y Planificación Turística Territorial en Ostelea.

Turismo comunitario y gentrificación rural en Vilcabamba, Ecuador