viernes. 29.03.2024
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Esta semana, en específico, el sábado es el Día Internacional contra la Violencia hacia las mujeres. La fecha es una de las tantas que ha dedicado las Naciones Unidas a los asuntos que afectan la vida, la integridad o la felicidad de las personas. Las mujeres somos esa mitad de la humanidad que hemos ido sorteando las barreras que a nuestro desarrollo las culturas y las religiones han impuesto.

En Venezuela ya hace un par de días que inició una campaña gubernamental sobre la materia que prende de morado el recuerdo y el rechazo, acompañado de algunas iniciativas privadas que volverán a poner el tema sobre la mesa.

¿Un día para la no violencia? ¿De dónde nace? ¿Por qué se mantiene? ¿Qué logros ha tenido la política pública y la praxis judicial en la materia? Estas son preguntas que quedarán descuidadas frente a las campañas que se bastarán diciendo que golpear –y dejarse golpear- está mal.

Aunque esto sea verdad el tema de la violencia de género nos llama a asuntos que son a la vez más profundos y más cotidianos porque hay tanto antes, durante y después del golpe, que incluso hablar sólo de golpes es ignorar una elipse de sufrimiento naturalizada.

El asunto de la violencia comenzará en la casa, en la manera de seleccionar los juegos y los roles, caminará junto a la niña a la escuela con las reglas de apariencia del colegio, irá con ella a la universidad con los piropos y se enraizará en el tema de la sexualidad.

La sexualidad y la violencia tienen mucho que ver: la sexualidad del hombre se exhibe y de la mujer se cohíbe; las consecuencias del sexo son sólo pesadas para la mujer lo que ocurre en un mundo que juzga y premia por lo mismo. La mujer será completa, será señora, sólo cuando ese capítulo haya sido cumplido.

Una mujer es una madre o no es mujer. Cuando no lo es , se convierte en un ser en largo e inacabado proceso de formación sin objeto aparente para vivir. Le faltará ese apellido que indicará “de quién es”, no tendrá quien “le represente”, será la tía solterona, la dueña de los gatos, a la que se le mueren las matas.

Esta línea será la causa de la risa incomoda de muchos y ese es el primer dardo que quiero lanzarles, el asunto de la violencia es ante todo un tema que deriva de la igualdad.

No nos pongamos muy profundos, igual significa tener la misma naturaleza, cantidad, calidad, valor o forma que otra u otras personas o cosas, compartir con ellas cualidades o características comunes o parecidas, y nuestra historia nace de la idea de la desigualdad.

Manda el rey, obedece el señor, sufre el vasallo, no existe el esclavo. Ese esquema no es ni tan viejo ni completamente superado. No son iguales, el derecho romano que repetimos hasta hoy como la cuna de nuestra sociedad, distingue a sus sui iurissentados encima y no al lado de los alieni iuris, a los que pertenecen las mujeres.

La igualdad es un largo camino de sacrificios. Un proceso de dudas en la concepción del mundo porque quizás Teresa Carreño tan virtuosa ella, no necesitaba un marido para hacer la música más maravillosa que el país recuerde.

La igualdad de género pasa por las clases, menos que sus hermanos las mujeres de la aristocracia o de la burguesía eran y son, más cultas y más libres que las de las clases emergentes. Esa es la razón por la cual feminismo y socialismo sino son sinónimos son proyectos que se contienen.

La igualdad se vende como un concepto alcanzado porque hoy las mujeres pueden conducir, pueden estudiar, pueden trabajar, pueden votar…, pero para que la igualdad pública sea real falta el tema pendiente de la igualdad privada que hace la diferencia sobre la capacidad de ascenso, permanencia y perfección en el mundo laboral.

Por ende, el asunto no se ha logrado y muchas viven las consecuencias. El hijo nacido de su madre es muchas veces un hijo habido en soltería, independientemente de los anillos que digan lo contrario. Las responsabilidades sobre escoger y llevar la familia son definitivas para el plano real.

La violencia es como esa agua que se cuela por cualquier hendija, adopta primero la forma de cansancio y de agobio. La incapacidad de avanzar o el deber de sufrir pesos mayores, sea cual sea la forma de vida decidida.

Se pega como el barro a los zapatos nuevos porque nacida en ese esquema acompaña a la persona en las distintas dimensiones de su vida y es un producto cultural, justificado, invisible.

En el presente y a mayor desarrollo profesional de la víctima la violencia avergüenza, la víctima pasa por el complejo proceso de que le sea explicada que en la selección de la pareja ella se convirtió en culpable de aquello le ocurriera.

La violencia son todas estas cosas donde no ha habido un sólo golpe. Es una construcción de vida donde la propia existencia no se entiende sino en dependencia.

Es la guerra por la propiedad individual, permanente, inmodificable sobre el otro que lleva a odiar a todas las aparentes o potenciales rivales. Es la vida dividida entre esposas y potenciales zorras, atacantes, otras… Una concepción de pareja que no implica el respeto entre quienes se unen sino de quienes les rodean y que son siempre otras mujeres.

La relación no se teje de iguales con deberes de solidaridad y respeto, se teje como barrera a la otra a quien le hemos ganado la carrera. Es esa mezcla pasmosa de odios que se llevan a la cama y que se prolongan por teléfono.

Esa acción de control de las llamadas, del no me parece, del no le hables.

El camino a la no violencia pasa por iluminar las sombras, mirar su vida y pensar las relaciones que llevamos con los masculinos, con las femeninas. Por eso no basta con poner imágenes y versiones de ese caso que simplificado siempre plantea “si te golpea denuncia”.

En Venezuela el asunto estadístico sigue siendo escaso pero estudios internacionales van hablando de algunas verdades:

- Si la paridad ha mejorado la violencia no ha bajado. Para algunos la violencia resucita en el duelo del privilegio perdido (el no atender el hogar, el espacio homosocial, el mito del hombre exitoso, etc).

- Los femicidios se producen en personas que han denunciado principalmente malos tratos, amenaza y violencia psicólogica y no siempre hacen una escala en la violencia física.

- La tecnología favorece y facilita la violencia que ahora tiene todo un nuevo campo con las formas de amenaza y extorsión que se relacionan con vídeos y fotografías, y, las de control que se sirven de los estados, de los reportes de conexiones, o, de los mapas de ubicación para limitar la libertad de la pareja.

Nos faltan los datos para contarnos cuáles son las verdades en nuestra Venezuela, ahora plagada de violencia económica y que todavía conserva su obsesión con la imagen física y eso, quizás, también es una forma de violencia que no será denunciada esta semana.

Fuente: Alainet

Sombras de la violencia de género