martes. 16.04.2024

Maduro se supera a sí mismo en una desenfrenada carrera hacia el descrédito total y la sinrazón política. En plena campaña electoral venezolana, asistimos al asesinato del secretario general de Acción Democrática, Luis Manuel Díaz, durante un acto político de Lilian Tintori, esposa del disidente Leopoldo López, encarcelado y condenado a 14 años de prisión. La UE viene de reclamar una investigación urgente de este crimen porque “marca un deterioro adicional a una situación ya de por sí tensa de cara a las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre que se suma a la tendencia preocupante de un número creciente de ataques violentos vinculados a la campaña electoral”. Europa exige que “las circunstancias del asesinato sean investigadas rápidamente” y que los responsables sean “llevados ante la Justicia”e insta a las autoridades venezolanas a “garantizar que la campaña electoral pueda desarrollarse en un clima pacífico y ordenado”. Total, nada. Y mientras tanto, a nosotros nos sigue doliendo Venezuela. Sangramos por la herida de los vínculos históricos y las relaciones humanas que hemos tejido entre los dos pueblos, especialmente canarios y gallegos por parte de España.

Durante los gobiernos de Aznar y Zapatero, fuimos su mayor socio comercial, después de los EE.UU, pero en esta legislatura nuestras exportaciones descendieron un 40%. Parece que España se entendía mejor con Chávez que con su sucesor, Maduro, que tras una irrelevante trayectoria privada, llegó a la vicepresidencia de la nación en 2013 dejando a Venezuela fracturada en dos al obtener el 51% de los votos, y su opositor, Capriles, el 49%.

El reciente cambio político en Argentina va a mover el tablero regional en cuanto al peso y presencia de Venezuela en Unasur y Mercosur además de cambiar la posición amistosa que venían manteniendo los gobiernos chavista y kirchnerista. Poco antes, la presencia de Felipe González como asesor de la defensa de los opositores encarcelados había pasado como una mera anécdota y en España, ni siquiera Podemos quiere recordar aquellas amistades peligrosas.

El gobierno del PP ni está ni se le espera, más allá de algunos encontronazos dialécticos, carente de una estrategia diplomática real, pese a que nuestros ciudadanos residentes allí y las numerosas empresas de origen español radicadas en territorio venezolano, demandan garantías y seguridad jurídica, amén de amparo y defensa de sus derechos y libertades. Pero Mariano Rajoy ha renunciado a que España tenga algún papel en el escenario iberoamericano. Probablemente, porque no lo entiende. Seguramente, porque las relaciones con sus vecinos europeos y los más alejados de Oriente y el Mediterráneo, han llamado a nuestra puerta con algo mucho más fuerte que los nudillos. Pero olvidarse de Venezuela, de Cuba, del Caribe y de América en general es un grave error que acabaremos pagando con sangre, sudor y lágrimas. Tiempo al tiempo.

Olor a podrido en Venezuela