martes. 16.04.2024
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@jgonzalezok / Cuatro meses y medio después de la muerte del fiscal argentino Alberto Nisman, todavía no se sabe la causa de la muerte ni cuándo falleció con exactitud. Tampoco hay ningún detenido. Imágenes grabadas por la propia policía, conocidas en las últimas horas, llevan a pensar que nunca se podrá esclarecer el hecho. El fiscal que investigaba el atentado contra la organización mutual judía AMIA (1994, 85 muertos), murió la víspera de informar al Congreso sobre la acusación que iba a presentar contra la propia presidente del país y otros funcionarios, como presuntos responsables de encubrimiento del ataque.

Nisman sostenía que el memorándum de entendimiento firmado por Argentina e Irán el 27 de enero de 2013, que preveía crear una comisión conjunta para investigar el atentado, pretendía encubrir a los cinco iraníes sospechosos del crimen.

En el regreso a la televisión argentina del periodista Jorge Lanata, una verdadera pesadilla para el gobierno kirchnerista, mostró por primera vez imágenes tomadas por la policía federal en la escena del suceso, el piso del fiscal, en el barrio de Puerto Madero. Aunque hay momentos en que la imagen se interrumpe, lo que quiere decir que fueron editadas, lo que se ve llevó a un experto a señalar que se hizo todo lo que no se debía hacer en esos casos: desde peritos que manejan pruebas sin guantes, hasta manipulación del arma, limpiando la sangre. En vez de resguardar posibles pruebas en bolsas de plástico lacradas, las colocaron en muebles que podrían contener huellas.

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Parte de la sangre que tenía la pistola fue limpiada por un perito con papel higiénico, eliminando posibles rastros, tanto en el arma como en el papel. La justificación que dio la fiscal es que querían ver el número de identificación de la pistola. Ernesto Duronto, vicepresidente del Colegio Argentino de Peritos Médicos, y profesor de la Universidad Favaloro, dijo que el arma se limpió “como lo habría hecho un sicario”. El mismo perito que limpió el arma, manchó con sangre otras partes de la pistola, el cargador y las balas, lo que podría enmascarar posibles rastros de ADN.

El abogado penalista Claudio Stampalija, afirmó: “hay cuestiones elementales que no se cumplieron,  no se evaluó inmediatamente si la víctima tenía signos vitales, hay que preservar y resguardar la escena del crimen, hay que hacer una observación amplia y global del lugar y despejarlo desde el inicio."

Se pudo escuchar un insólito diálogo entre la fiscal encargada del caso, Viviana Fein, y el secretario de Seguridad, Sergio Berni. Éste le pide que vayan al cuarto de baño, donde estaba el fiscal muerto, “por ahí está agonizando y estamos perdiendo el tiempo”. A lo que la fiscal le pide que espere, que está leyendo un documento, en realidad una nota que la empleada doméstica le había dejado al fiscal. El funcionario, por cierto, llevaba al menos una hora y media en el piso del fiscal y nunca explicó de forma convincente qué hizo todo ese tiempo.

Las imágenes muestran también cómo el charco de sangre que había en el cuarto de baño, donde murió el fiscal, era pisoteado por los numerosos policías que estuvieron durante horas en el lugar y hasta por la propia fiscal, todos sin ninguna protección en sus calzados. Y también cómo alguien abre la caja de seguridad y retira sin guantes todas las pertenencias, incluyendo dinero y documentos. También estaba sin guantes el experto que buscaba huellas digitales en el teléfono del fiscal.

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Coincidiendo con estas imágenes se pudo saber que una de las computadoras de Nisman había sido manipulada horas después de su muerte, pero antes de que el hecho fuera conocido. Tres pent drives fueron introducidos en la misma, y podrían haber añadido o extraído información importante.

La fiscal, Viviana Fein, negó que lo visto en las imágenes televisivas suponga una contaminación de la escena del crimen. “La pericia del cuerpo médico forense fue brillante”, llegó a decir. Y aseguró que en un mes iba a dar todas las respuestas esperadas.

Algunos testimonios aparecidos en el programa televisivo de Lanata insisten en la teoría de que el principal interés de Irán para normalizar sus relaciones con Argentina, era acceder a tecnología nuclear. Y que el atentado habría sido una venganza contra el entonces presidente, Carlos Menem, que había interrumpido la cooperación con los iraníes en este campo, coincidiendo con su alineamiento sin fisuras con el gobierno norteamericano, en aquél entonces encabezado por George Bush padre.

El caso Nisman, que conmocionó a la población argentina y que tuvo repercusión mundial, ha tenido un trayecto sorprendente. El principal empeño del gobierno argentino fue desprestigiar al fiscal, no aclarar los hechos. Y presionó a la justicia para evitar que la acusación contra la presidente fuera desestimada sin investigar, cosa que ha logrado gracias a la ayuda de jueces y fiscales militantes. En su estrategia apeló a la teoría de la conspiración, donde incluyó a los fondos buitre que litigan con Argentina por la deuda externa.

La presidente, Cristina Fernández, pasó de sostener enfáticamente que se había suicidado a sostener, con igual firmeza, la hipótesis del asesinato. Se pasó de deslizar que era homosexual –incluso se dijo que podría haber sido un asesinato pasional- a presentar imágenes con numerosas mujeres, instalando la idea de que era un libertino. Y se indagó en sus finanzas, tratando de probar que era un corrupto.

Lo sorprendente es que la presidente, que sufrió una importante baja en su popularidad, parece haberse recuperado. Ha recobrado la iniciativa política y está logrando disciplinar a su tropa para enfrentar las elecciones generales de octubre. Al mismo tiempo, está tratando de asegurarse mantener el máximo poder posible a partir de diciembre, cuando abandone la Casa Rosada, y lograr que la Justicia no la moleste con ninguno de los muchos casos de corrupción que están investigando numerosos tribunales en todo el país. 

Nunca se sabrá quién mató al fiscal Nisman