viernes. 29.03.2024
Julio de Vido. (Imagen de archivo)

La caída de De Vido significa un golpe muy importante para el kirchnerismo, que hace dos años abandonó el poder

@jgonzalezok | El exministro de Planificación, Julio de Vido, fue el funcionario que más tiempo acompañó a los Kirchner: ministro de Planificación del gobierno nacional durante 12 años, venía acompañando a Néstor Kirchner desde que éste era gobernador de Santa Cruz. A pesar de que es el funcionario del gobierno anterior que tenía más denuncias por presunta corrupción, hasta ahora venía evadiendo la acción de la Justicia con éxito notable. Elegido diputado hace dos años, este miércoles 25 fue despojado de sus fueros parlamentarios tras la petición de un juez, que pedía también su detención. Nada más producirse la votación parlamentaria, el propio De Vido se entregó y entró en prisión.

En el momento de entrar a los juzgados federales de Comodoro Py -así son conocidos por la calle de Buenos Aires donde se ubican-, mandó el siguiente mensaje: “Mándenle champán a la doctora Carrió”. Se refería a la diputada Elisa Carrió, su más antigua y persistente denunciante, que acaba de ser elegida diputada por la ciudad de Buenos Aires con más del 50% de los votos, todo un récord.

La caída de De Vido significa un golpe muy importante para el kirchnerismo, que hace dos años abandonó el poder. Es el funcionario de más alto rango en visitar la cárcel, donde lo esperan algunos de los que fueron sus subordinados: Ricardo Jaime, ex ecretario de Transportes, ya condenado por varios casos de corrupción; José López, el número 2 de su ministerio, que fue detenido tras intentar esconder en el convento de unas monjas amigas unos bolsos con 9 millones de dólares; Roberto Baratta, subsecretario de Estado, que entró hace días en la cárcel; el empresario Lázaro Báez, el rey de la obra pública en la Patagonia y socio de Kirchner; y también su cuñado, Claudio Minnicelli, que se aprovechó de su relación familiar para hacer negocios ilegales a través en la Aduana.

Dos periodistas del diario La Nación, Julio Olivera y Diego Cabot, escribieron un libro que titularon Hablen con Julio. Esta sería la frase que usaba Néstor Kirchner para derivar hacia su ministro de Planificación los temas delicados, incluyendo las obras públicas, la energía, las telecomunicaciones y los subsidios. El libro explica la trama de la corrupción durante los 12 años de gobierno de Néstor y Cristina. De Vido, al que muchos han considerado “el cajero” de los Kirchner, no era el que pedía las coimas (sobornos), “pero sí el que armaba la mecánica”, según se cuenta en el libro; el ejecutor era Roberto Baratta, que ya está preso.

Leandro Despouy, que fuera titular de la Auditoría General de la Nación, el único organismo de control que no pudo ser anulado durante el kirchnerismo, afirma en un artículo publicado en el diario Clarín que era impactante “la magnitud, reiteración y gravedad de las irregularidades detectadas en cada una de las áreas que dependían de ese ministerio (el que conducía Julio De Vido)”. También señaló que “en la obra pública las irregularidades han sido tan persistentes que resulta difícil identificar alguna auditoría que no contenga señalamientos severos al procedimiento de la licitación o a la ejecución de la obra”.

El exministro enfrenta estos días el juicio por su responsabilidad en el accidente ferroviario en la estación porteña de Once, que causó medio centenar de muertes. Pero ahora fue detenido por otras dos causas: la compra de buques de gas natural licuado, y por manejos irregulares en la mina de Río Turbio. En el primer caso se le acusa de haber participado en una maniobra defraudatoria entre 2008 y 2015, cuando se importaron 497 buques de gas que habrían supuesto un perjuicio para el Estado por valor de casi 7.000 millones de dólares, al pagarse valores muy superiores a los de mercado. En el caso de la mina -una explotación en la provincia de Santa Cruz, la cuna del kirchnerismo-, hubo malversación de fondos públicos y desvío de dinero, según la acusación del juez.

Pero el calvario judicial del exministro tiene por delante nuevas y penosas estaciones. Entre otras cosas, se lo acusa por la compra de material ferroviario a España y Portugal que nunca se llegó a usar dado el estado de deterioro del mismo. Además de comprar material de desecho, hubo pago de comisiones ilegales. También está denunciado por el manejo de subsidios millonarios que beneficiaron a empresarios amigos, sobre todo en el sector del Transporte. Y, sobre todo, el manejo de la obra pública.

Está también investigado por la creación –el 21 de mayo de 2003- de Lafsa (Líneas Aéreas Federales SA). Cuando en marzo de 2013 el gobierno decidió cerrarla, llevaba casi 10 años vigente, con más de cien azafatas, 10 pilotos, personal de rampa, gerentes y empleados administrativos. Pero nunca voló, no tuvo un solo avión ni vendió un solo billete. La excusa oficial para crear esta compañía fue hacer frente a la crisis ocupacional en el sector, después del cierre de LAPA y evitar la concentración. Para la justicia, esto fue aprovechado “por quienes conformaron u ocuparon el directorio y las gerencias, en connivencia con quienes dirigían y/o se desempeñaban en los organismos públicos designados como autoridad de aplicación (…) Desplegaron un sinnúmero de maniobras defraudatorias a través de la administración infiel con el afán de beneficiarse ellos mismos y/o a terceros”.

En el kirchnerismo temen que De Vido empiece a hablar, salpicando en todas direcciones

Las denuncias contra De Vido son muy antiguas, pero se vio beneficiado por la red de contactos que tejió con numerosos jueces. Además, quien debería controlar a su ministerio era, curiosamente, su esposa, Alessandra Minnicelli, que fue nombrada por Néstor Kirchner síndica general adjunta de la Sigen (Sindicatura General de la Nación). Un nombramiento sin ningún sustento técnico. Una sonada nota que en su momento escribió el prestigioso periodista Julio Nudler (que le fue censurada en Página 12), afirmaba que Minnicelli, “según opinión generalizada en el organismo de control, ni siquiera conoce lo mínimo para serle útil a su marido el ministro”.

La caída en desgracia de De Vido era una noticia esperada. El primer intento de despojarlo de sus fueros parlamentarios, en julio pasado, había fracasado. Pero la segunda oportunidad se saldó con la votación de 176 diputados a favor de la medida, entre ellos cuatro del kirchnerista Frente Para la Victoria, ninguno en contra y una abstención. Ni un solo diputado habló a su favor y casi todo el bloque kirchnerista decidió no estar presente en la votación. La ex presidente, Cristina Fernández, llegó a decir en la reciente campaña electoral que no ponía las manos en el fuego por su ex ministro. Pero la caída de De Vido es un aviso para la propia expresidente, que también podría verse despojada de sus fueros y enfrentar desde el llano los numerosos casos que tiene abiertos en la Justicia.

En el kirchnerismo temen que De Vido empiece a hablar, salpicando en todas direcciones. A pesar de su larga relación con los Kirchner, su vínculo era fundamentalmente con Néstor. Cristina Fernández, una vez muerto su marido, se encerró en sí misma, no confiaba más que en un pequeño círculo, en el que no estaba incluido De Vido, y lo trataba con frialdad. También hay empresarios que están inquietos con que el exministro pueda delatarlos por haber pagado sobornos. Hay quien habla ya de que puede estar en marcha el Lava Jato argentino, en referencia a la investigación por corrupción que lleva adelante en Brasil el juez Sergio Moro.

Julio de Vido, poderoso ministro de Kirchner, sin fueros y a la cárcel