viernes. 19.04.2024
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Memoria y Paz

Señalemos en primer lugar que creemos en el proceso de paz que se adelanta, y que los acuerdos que se firmen en La Habana entre el gobierno y las FARC serán una primera piedra en la construcción del edificio de una sociedad pacífica, que no significa sin conflicto. 

Los conflictos, los personales y los colectivos, son innatos a la naturaleza del ser humano y hay que aprender a gestionarlos sin agresiones y sin la eliminación del contrario, que no es un enemigo sino alguien con el derecho, como todos, a pensar diferente. Porque después del posible, y deseado, acuerdo negociado en la capital cubana quedarán muchas otras violencias que solucionar, todas las estructurales que mantienen las inequidades y la desigualdad social.

Esta cumbre celebrada en Bogotá, pese al poco seguimiento hecho por los medios masivos, ha mostrado el interés y las ganas de mucha gente, artistas, gestores culturales, políticos y ciudadanía en general, en dialogar y expresarse para intentar alcanzar acuerdos que permitan lograr una convivencia pacífica.

Sería tema para otro debate estudiar por qué se comunican tan mal este tipo de eventos. Es curioso ver cómo se difunden las violencias, las maldades y los aspectos negativos de la sociedad y se ignoran o excluyen de la agenda informativa los efectos de lo mucho y bueno que ofrece Bogotá, y toda Colombia, en actividades culturales, artísticas, deportivas y de ocio.

El imaginario colectivo sigue preso de la "información " de unos medios que priman el espectáculo y la violencia por encima de la formación y la información. Le siguen disparando a la paz desde fuera y desde dentro.

Pienso que la política (algunos políticos), las empresas (algunos empresarios), y los medios (algunos de ellos) muestran dos caras y no le apuestan con todo a la paz.

Volviendo a esta semana de eventos, que ha contado con casi trescientas personas invitadas entre ponentes y participantes locales, nacionales e internacionales, creo oportuno también, por si sirve para futuros encuentros, criticar la concentración de actividades en el mismo horario y en distintos escenarios, lo que dificulta asistir y escuchar lo que de interesante, que seguro ha sido así, se haya propuesto en todas ellas. 

De lo que he podido ver, al margen de lo que ya he escrito resaltando las palabras de Juan Manuel Roca, Alfredo Molano, Patricia Ariza, León Valencia y Sergio de Zubiria, destacaría tres eventos:

“Arte, cultura y educación en la construcción de paz”

En la segunda jornada tuvo lugar, en el escenario del teatro Jorge Eliécer Gaitán, un conversatorio que, bajo la moderación de Ángela Beltrán, contó con la presencia de Jesús Martín Barbero, Renato Ortiz, Mario Hernández y Patricia Ariza. Los cuatro panelistas han hablado sobre un tema que tendría que formar parte, sí o sí, no sólo de la agenda política de los diálogos de paz, sino de cualquier iniciativa que pretenda construirla. Han situado la educación, como no podía ser menos, en el centro de los debates de la Cumbre Mundial de Arte y Cultura para la Paz de Colombia.


Jesús Martín Barbero durante su intervención en la cumbre

En un país como Colombia esa necesidad educativa, desde el arte y la cultura, es aún mayor pues se trata de superar los más de sesenta años de guerra silenciada. Una educación humanista, y mestiza, que ilustre en el diálogo y en la participación, desde el respeto y el reconocimiento del otro, todo ello necesario en la construcción de una comunidad que pretenda una convivencia pacífica.

Hablar de educación en una cumbre de arte y cultura para la paz es situarla en su justo término como base y fundamento de una sociedad que quiere superar la violencia estructural que condiciona todas las demás violencias. Como ha señalado en otras ocasiones acertadamente Martín Barbero, vivimos en una sociedad educativa que necesita apostarle a la escuela pública como lugar de encuentro para la transformación social y cultural de las mayorías.

El maestro comenzó diciendo el título, según él pretencioso, de su charla: “Educación estética y reconstrucción de la memoria”; para continuar señalando el desfase existente entre el tipo de actitud que las negociaciones de paz están exigiendo a la población y lo que entrega el sistema educativo a la sociedad: una escuela, sobre todo la secundaria, que se ha quedado atrasada respecto al tipo de sujeto que reclama el país para la paz.

Lo que dificulta el difícil y complejo proceso de construir una ciudadanía de paz. Para Jesús, el ser humano no es sólo razón, sino que también es sentidos, y la escuela es el lugar donde se acaba con ellos al acabar con el juego y eliminar el sentir. Algo que en la historia llevó, según señalaba Ulrich Beck, a estropear, a joder, a Occidente cuando separó el trabajo del juego.

Esos sentidos y sentires pasan por el cuerpo, y la matriz de ellos, que sería la lectura y la escritura, no se enseñan como parte del gozo sino de la obligada tarea, lo que  termina matando la expresividad.

Recordó como Schiller ya planteaba que la formación estética era clave en la construcción de ciudadanía. Si Colombia quiere transformar la educación tendría que comenzar por cambiar la rutina de los maestros, porque o la escuela crea autores o meros imitadores. Toda persona nace con sentidos para ser autor (a) y es la escuela la que debe enseñarle a descubrirse como tal. Demandó pedirle al Estado que cambiar la escuela significa cambiar el tipo de sujetos que produce para que sean capaces de reinventar el país. Reclamó la necesidad de imaginación, tanta como la que requirió Einstein para pensar la teoría de la relatividad, y que fue, según Bachelard, la misma que necesitó Beethoven para crear la novena sinfonía. Imaginación para que la memoria deje de ser vengativa, porque necesitamos una memoria capaz de hacer el duelo por todos las personas trastornadas por los muchos sufrimientos habidos. Así contaremos con “una ciudadanía abierta al riesgo, a la improvisación y a todos los lados de este país”.


Renato Ortiz

El brasileño Renato Ortiz, tras destacar la relevancia que tendrá la paz de Colombia para toda la región, señaló la importancia de abordar los cambios que inciden en la relación de la cultura con la política. Desde el debate en torno a la autonomía y la libertad del artista hasta la política cultural practicada por el Estado y las instituciones, pasando por la discusión entre cultura popular y elitista y la llamada cultura de masas. La herencia de todo ello es significativa para afrontar, a su juicio, las necesarias transformaciones. Éstas se dan en la presencia de nuevos elementos en el debate actual en torno a la cultura, como son: la dimensión tecnológica, la globalización, el lugar de la técnica en la cultura o la noción de progreso. Pero su discurso se centra más en la esfera de la política y su relación con la cultura. Es en el ámbito de la construcción del estado nacional donde hay una fuerte relación política y cultura. Para él, hasta hace unos años la cultura era vista como el espacio capaz de despertar la conciencia política de la gente; hoy, la cultura es poder. Un poder que afecta las prácticas sociales cotidianas sin que seamos conscientes de ello.

También planteó la transformación que ha supuesto el reconocimiento de la diversidad cultural, y la que supone la introducción de conceptos de la política en la cultura: la ciudadanía cultural. Pero la inquietud surge al preguntarse que gran parte de la política actual no pasa por la cultura.

Con la pregunta ¿cuál educación para cuál paz?, Mario Hernández reclamó la necesidad de espacios para hablar y para construir cultura de resistencia al pensamiento único, y para darle contenido a la idea de paz. Es necesario hacer una valoración de la política de educación y plantear una propuesta de transformación.

Para él, firmar los acuerdos no significa que vayamos a tener sociedad en paz; algo que pensamos una gran parte de la población. Hace falta mucho más que eso, retomar el mercado interno, abandonado con la inserción al capitalismo; reducir las brechas producidas por la concentración de la riqueza; contar con un sistema político abierto que permita los contrastes, y que el Estado piense en la ciudadanía.

Según Mario, Colombia cuenta con una sociedad “que aprendió a vivir el sálvese quien pueda y con una cultura y una economía mafiosas”.

Si queremos una sociedad sin violencia son necesarias rutas de transformación social que no son posibles sin pactos. Una sociedad en paz es la que reconoce su constitución diversa y cuenta con una democracia real, o sea, con verdadera y efectiva participación.


Patricia Ariza y Mario Hernández

La educación tiene que ser un derecho fundamental y no lo es en la Constitución política de 1991 y ser crítica y no repetitiva, democrática y no jerárquica, asumir las desigualdades para construir nuevas prácticas, superar el individualismo, dignidad de las personas, desde la cuna hasta la tumba que nos incite a reconocer quienes somos.

El esquema planteado de que “ser pilo paga” lo que hace es reproducir las desigualdades sociales del país. Se necesita otro pacto para otra educación, que afecte las estructuras que reproducen los conflictos. No situar la educación como un negocio, sino situarla en el lugar estratégico que le corresponde por su relevancia.

Educar para la democracia es dar a las humanidades la importancia que se merecen, como plantea Martha Nussbaum. Terminó afirmando que hay que cambiar el derrotero “porque como vamos, vamos mal”.

En palabras de Patricia Ariza el conflicto no es solamente armado, sino cultural. El desplazamiento es un daño cultural inenarrable, que no es reconocido, creando un vacío al desplazar memorias, relatos o canciones. La gente desplazada ha transformado Bogotá. En el país, en su opinión, hay un imaginario engatillado que hay que transformar. Hay que hablar de cultura, no de farándula. El discurso contra insurgente está en los medios, hace falta un cese al fuego cultural porque está impidiendo que el proceso de paz avance como debe. ¿Cómo poder participar en una cultura que disminuya la violencia, las muertes?

Ariza presentó un vídeo en el que trabaja con víctimas para hacer entender el dolor y permutar saberes con testigos de verdades que no son tenidas en cuenta. Poder conseguir obras colectivas que lleguen al público "mi cuerpo es mi casa", una indagación en el conflicto que les y nos transforma. Convertir el dolor en fuerza y resistencia. La autora teatral está llena de preguntas y detesta el posconflicto porque el conflicto es base de la vida.

Los cuatro plantearon, de una u otra manera, que la academia debe salir a la calle.

Anteriormente, en el mismo escenario, se había mostrado el documental “Cocineras de sueños ancestrales” en Tabaco, donde denuncian las políticas impuestas en Cerrejón para explotar la minería a cielo abierto más grande del mundo. La población desplazada quiere recuperar la tierra para sembrar, salvar el maíz, guardar las semillas. Porque perder las semillas es perder el territorio. Quieren volver a Tabaco sin multinacionales y seguir haciendo la receta del chiqui-chiqui.


Cepeda, Córdoba y López

Ese mismo día, a primera hora de la mañana, en el teatro México, hubo un debate en torno a las políticas culturales en el que seis personalidades de la política respondieron las preguntas hechas por siete representantes de la cultura. Entre las respuestas destacar las de Piedad Córdoba pidiendo darle un espacio a la cultura en La Habana, reclamando invertir el 1 % del PIB en cultura como demanda la UNESCO o preguntándose qué papel juegan los medios en la reconciliación, y las de Iván Cepeda solicitando que los asuntos de las grandes decisiones no se queden solo para los políticos y que se haga pedagogía para la paz día a día porque es de  todos y debe ser una construcción diaria. Entre los cuestionamientos, los del líder del hip-hop de Engativá, Dager, al preguntarse cómo generar el arte para la transformación social  ya que a ellos no se les considera importantes, sino populares y se les discrimina. Su planteamiento es que la resistencia se hace con la propia cultura frente a la mierda de los medios. Afirmó que a él le salvó el hip-hop.

Miradas profundas a la vida desde la fotografía

Cayó la noche del miércoles 8 y el escenario del teatro J. E. Gaitán se iluminó con la presentación del libro de Jesús Abad Colorado Mirar de la vida profunda.


El fotoreportero Jesús Abad Colorado

El primer libro dedicado a recoger exclusivamente el trabajo de este reportero gráfico ha sido publicado por Paralelo 10 bajo el sello de la editorial Planeta. Con la financiación de coleccionistas de arte, esta obra, que fue presentada en la edición de este año de la feria ARCO en Madrid el pasado 20 de marzo y que lo será nuevamente en el Museo de Arte Moderno de Medellín el próximo 5 de mayo, nos muestra la mirada del autor sobre las víctimas de un conflicto armado que desangra Colombia desde hace décadas.

Con la visión del periodista que narra con las imágenes y que trabaja con la cabeza y el corazón, las  fotografías hacen un recorrido por los últimos 25 años de esta guerra encubierta.

Sus fotografías escriben y describen los hechos, cuentan y narran la historia de un pueblo que resiste con dignidad los embates de todos los actores armados de un conflicto que, como todos, se ceba en una población civil que no gana nada. La lucha de Jesús es contra el olvido, y lo hace a través de retratar los rostros y los cuerpos de las víctimas, las grandes olvidadas de esta y de todas las guerras. Colorado afirma que sin memoria no hay futuro y su libro es un ejercicio de introspección y de memoria. Conmueve al público tanto con sus instantáneas, como con su discurso, pausado, crítico, argumentado y lleno de sentido y sentimiento con el que acompaña las fotos que pasan por la pantalla.


Jesús Abad Colorado delante de una de sus primeras fotos

Con una memoria portentosa que le permite acordarse de los nombres de las personas retratadas y de los hechos que las rodean, Chucho Abad toca aquellas fibras de la realidad de este país que a veces queremos ignorar o silenciar. Su trayectoria profesional, en la que no ha tomado partido por ninguno de los actores armados del conflicto sino únicamente por las víctimas del mismo, independientemente de qué bando las haya afectado, y su constancia y acompañamiento a las personas civiles que han sufrido la guerra le permiten abordar la temática con la sinceridad y naturalidad de quien documenta los hechos sin perturbarlos con su presencia.

Habla con sus fotos del dolor y de la entereza, denuncia a la prensa que da cabida a las clases dirigentes y a quienes dirigen la guerra pero que no ceden un lugar para las víctimas.

Bojayá, Trujillo, Machuca, Peque, Granada, san José de Apartadó, San Carlos,… innumerables los lugares afectados por la violencia e ignorados por una sociedad que se aísla para no ver los desplazamientos de unos pueblos sin lágrimas que solamente esperan solidaridad.

Ubertina Martínez, Aniceto, Eugenio Palacio, Patricia, Diego, María,… tantas y tantas personas desconocidas e invisibles pese a tener un nombre y un lugar, que muestran la tragedia humana, su capacidad de resistir y su dignidad y que tan solo esperan vivir en paz.

Hablar de esa otra Colombia es hablar de la esperanza de un pueblo que resiste con el arte, con la poesía y con la naturaleza, con ríos que son como las venas que hay que caminar para encontrar esos corazones grandes que se reconozcan en las diferencias cuando se miren en el espejo roto de la guerra.

Para nunca mas ponerle precio a la vida "en un país que sí tiene caballitos de mar".

Antes de que Chucho presentara su libro, pisó el escenario el rapero de Medellín Jeison Castaño, Jeihhco, director de la Casa Kolacho de la comuna 13. Con las letras de tres canciones gritó que son potencia y resistencia, que escriben memoria con la música y sus grafitis y que su trabajo es una revolución sin muertos. Confía en que el país pueda cambiar porque en todas partes hay amor e ilusiones.

La otra cumbre

Además de la cumbre oficial, en la que artistas destacados del teatro, la literatura, el cine, la fotografía, la música; políticos de distintos signos y colores; gestores de culturas locales o nacionales; intelectuales de diferentes ramas y academias, y periodistas de medios escritos, radiales y televisivos, ha habido otra reunión, también oficial pero un poco al margen de la otra.

Ha sido la cumbre de la calle y de los movimientos sociales, la de los barrios y las organizaciones de base. En la carpa instalada en el Centro de Memoria, paz y reconciliación de la capital colombiana se han dado cita la otra intelectualidad, los otros músicos con sus otras músicas, las artesanas con sus artesanías, la otra pintura y sus pintoras, la otra fotografía y la otra comunicación.


Exposición en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación

Un foro en el que colectivos de diferentes partes de Bogotá y de otras localidades del país han debatido sin tanta intermediación y sin moderadores. Han explicado y socializado sus acciones y sus actuaciones, sus intereses y sus propuestas con las que trabajan a diario en otras condiciones no tan favorables y con otros efectos no tan visibilizados. Pero su labor es encomiable y necesaria porque están al pie de obra, frente a las realidades sociales de la gente del común en las regiones y en los barrios marginados del país.

Su tarea no llenará periódicos ni noticieros, pero llena vacíos y demandas que no cubren ni administraciones públicas ni gobiernos. Proponen la conversación horizontal y pausada, las acciones colaborativas y los talleres compartidos.

En esta otra cumbre se han narrado las experiencias sin pretensiones políticas de gentes que están codo con codo con la ciudadanía en las calles y en los barrios a través de la palabra, de la música y de cualquier manifestación cultural que convoque e incluya. 


David E. y Monina Morris en la Emisora Corredor Itinerante de CEAP

Entre la multitud de asociaciones presentes, una mención especial para la Corporación Estrategias Alterativas de Participación (CEAP), quienes han abierto al público asistente los micrófonos de su emisora corredor itinerante para dar la palabra a la cultura popular, a las palabras que no se escuchan en las emisoras generalistas. Una propuesta comunicativa que “abre la calle a los oídos de la gente” para que quienes les “acompañan miren afuera y quienes les escuchan vean por dentro”.

El viernes 10 de abril, por las ondas de la emisora pasaron, entre otras personas, Alirio González, director de la escuela audiovisual infantil de Belén de los Andaquíes, quien pidió creer y crear a través de la cultura para alcanzar una sociedad pacífica y equitativa; Monina Morris, antropóloga que trabaja con habitantes de calle, que declaró desconfiar de la paz y apostarle al conflicto si se enfrenta desde un diálogo respetuoso que no elimine al otro; el colectivo I-Echo de la localidad de Chapinero, y el grupo de rap Ráfagas de rimas, quienes despidieron la velada interpretando una de sus canciones.

Cultura de las calles de cualquier lugar a través de la radio.


Pintada en el suelo a la entrada del Centro de Memoria

Esperemos, si no la paz al menos el fin de la guerra. Que eventos como éste sirvan para empujar la conciencia. Que se escuchen las demandas de una sociedad civil que no quiere más balas, sino más letras y más notas; que prefiere la justicia social a la “seguridad democrática”, que pide más pan y menos piedras, más poesía y menos policía.

Una cumbre para la paz que hay que escalar cada día. El arte, la cultura, los medios y la política tienen que iniciar la subida; seguro que, aunque la cima esté lejos, les acompañará la ciudadanía.

Cumbre Mundial de Arte y Cultura para la Paz