viernes. 19.04.2024

Para el Comité del Nobel parece que Santos ha negociado la paz consigo mismo. Ignorar al jefe de las FARC-EP, Rodrigo Londoño Echeverri, “Timochenko”, es una muestra del conservadurismo de los premios

Vaya por delante la felicitación más sincera al presidente de Colombia por el galardón. Esperemos que se sea el acicate necesario para que Colombia y toda su gente entiendan el valor de lo que está pasando y respalden la paz sin miradas terciadas. Para que los detractores del sí se den cuenta del importante respaldo internacional que tiene el proceso.

Ahora, la concesión del premio Nobel de la Paz al presidente colombiano Juan Manuel Santos Calderón es una prueba de ese sabor agrio. Si se le premia por los esfuerzos, loables y reconocidos, en pro del fin de la larga guerra en su país, el Comité del Nobel se ha olvidado del líder guerrillero de las FARC-EP.

No habría sido la primera vez que el premio de la paz, supuestamente el más importante en este ámbito, o al menos el más famoso, se concediese ex aequo. A lo largo de sus ciento quince años de historia, con algunos vacíos por los diecinueve años que no se concedió, han sido varias las ocasiones en que se ha premiado a más de una persona u organización. Y cuando el premio ha sido para reconocer a enemigos que han unido, o al menos lo han intentado, sus fuerzas por la paz, siempre se ha dado a ambos contendientes: Kissinger (EE.UU.) y Le Duc Tho (Vietnam) en 1973; Anuar el-Sadat (Egipto) y Menahem Begin (Israel) en 1978; Mandela (Sudáfrica) y De Klerck (Sudáfrica) en 1993, o Arafat (Palestina) , Rabin y Peres (Israel) en 1994.

Para el Comité del Nobel parece que Santos ha negociado la paz consigo mismo. Ignorar al jefe de las FARC-EP, Rodrigo Londoño Echeverri, “Timochenko”, es una muestra del conservadurismo de los premios. Se han olvidado, por ejemplo, de Cuba y Noruega, países garantes de las negociaciones, y de las personalidades internacionales que han estado peleando por los acuerdos. También han obviado a Humberto de la Calle, artífice material por el lado gubernamental, de la firma de La Habana, o al resto de las personas que han conformado ambas delegaciones.

La breve respuesta dada por Timochenko a la concesión del premio Nobel de Paz al presidente Santos creo que le honra y que reafirma la posición de la guerrilla más antigua del continente en seguir respetando los acuerdos y luchando por la paz: “El único premio al que aspiramos es el de la Paz con Justicia Social para Colombia, sin paramilitarismo, sin retaliaciones ni mentiras”.

También el presidente Santos había declarado hace una semana, en entrevista para la BBC Mundo, que “Nadie está buscando la paz para ganar un premio, el gran premio es la paz de los colombianos”.

El anuncio de la concesión del Nobel de la Paz fue hecho en la capital noruega en la mañana del viernes siete de octubre. En esta ocasión, había un total de doscientas veintiocho personalidades y ciento cuarenta y ocho organizaciones nominadas al premio. Según declaraciones de la coordinadora del Comité del Nobel, Kaci Kullman Five, la distinción se da “por sus decididos esfuerzos para acabar con los más de 50 años de guerra civil en el país, una guerra que ha costado la vida de al menos 220.000 colombianos y desplazado a cerca de seis millones de personas”. Qué pena con la academia, pero esas miles de personas muertas y esos millones de desaparecidas se lo merecen tanto o más que el presidente.

Creo que la decisión del Comité Nobel Noruego no ayuda a reducir la polarización existente en un país en el que quienes votaron en el plebiscito, apenas el 38 % de la población habilitada para ello, lo hicieron prácticamente repartidos al cincuenta por ciento entre el sí y el no. Sería ya mucho si lograra calmar, pese a lo que les pueda escocer, a los sectores contrarios a los acuerdos firmados entre el Gobierno y las FARC-EP.

Decir que premiar al presidente es hacerlo a toda la sociedad colombiana es ignorar gran parte de la historia de ese conflicto armado y excluir a sectores importantes de esa población. De no haber reconocido a la par a las dos cabezas visibles de los acuerdos, Santos y Londoño, el premio se le debería haber concedido al pueblo colombiano por su paciencia, por su lucha y por la sangre y vidas que ha puesto a lo largo de más de cincuenta años de conflicto armado.

Esperemos que la ciudadanía entienda, como en la marcha pacífica del pasado día 5, que la paz es cosa de todas y todos. Que es una apuesta política que requiere del compromiso de todas las personas y todos los sectores y organizaciones sociales del país sin más colores que el blanco y sin más armas que las palabras: sí, paz.

Felicidades al premiado y a todas y todos los colombianos. Que el respaldo de ese premio sea el cimiento para la construcción definitiva de la convivencia pacífica. Colombia se lo merece.

El conservadurismo del Comité del Nobel de la Paz