viernes. 29.03.2024
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Hay grupos que intentan instalar la idea de que Argentina está gobernada por un gobierno represivo y ajustador, y que la situación es similar a la de diciembre de 2001, cuando el país estalló por los aires

@jgonzalezok | En los últimos años, los diversos gobiernos que tuvo Argentina vivieron con aprensión la llegada del mes de diciembre, cuando las fiestas se aproximan y los desheredados y víctimas de las sucesivas crisis que ha sufrido el país sienten que su desesperanza no encuentra consuelo ni siquiera por Navidad. El peor momento se vivió en los últimos días de 2001, cuando el presidente Fernando De la Rúa cayó víctima del colapso económico y social y tuvo que huir en helicóptero de la Casa Rosada, dejando atrás 38 muertos. Pero, incluso en otros años con mejores condiciones, se produjeron disturbios, con saqueos a supermercados como principal manifestación. Fue así en 2012 y 2013, cuando la represión produjo 11 y 18 muertos, respectivamente.

En este 2017 también se vivió un diciembre de furia, aunque afortunadamente sin muertos. Las causas también fueron diferentes, aunque sigue habiendo un tercio de la población que vive en la pobreza. La discusión parlamentaria de una ley para reformar el cálculo de las jubilaciones fue tomada como justificación para protagonizar un asedio sin precedentes contra el Congreso.

Fueron especialmente dos las jornadas violentas: el 14 y el 18 de diciembre. En la primera fecha, diputados kirchneristas y algunos aliados del trotskismo lograron frustrar la sesión, con enfrentamientos incluso dentro del parlamento. Al presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, le arrebataron el micrófono y fue desafiado a pelearse en medio de insultos de grueso calibre. Incluso un diputado, Horacio Pietragalla (kirchnerista), aprovechó la confusión para robarle la pluma al presidente de la cámara, como grabaron las cámaras de televisión. Algunos de sus compañeros salieron a la calle para sumarse a los manifestantes y tratar de derribar las vallas que la gendarmería había levantado para contenerlos.

Algunos cientos de jóvenes -ningún jubilado- habían llegado desde el conurbano con mochilas cargadas de piedras y otros objetos contundentes, además de martillos y mazas para levantar el pavimento, destrozar monumentos y proveerse de nuevos proyectiles contra las fuerzas de seguridad. Eran, principalmente, militantes de grupos con escasos votos, como el Partido Obrero, a los que se sumaron kirchneristas, que se resienten por la ausencia del poder, Y, sobre todo, marginales y barrabravas (hinchas violentos de distintos equipos de fútbol) siempre disponibles para quien pague sus servicios. La acción coordinada del interior y el exterior del Parlamento logró que la discusión se aplazara hasta el día 18.

Ese día la gendarmería fue sustituida por la policía de la ciudad, que tenía instrucciones de contener a los manifestantes, pero sin responder. No usaron ni balas de goma ni gases lacrimógenos, usando solamente sus escudos para repeler la lluvia de piedras, cascotes y botellas, además de elementos de pirotecnia. El nivel de violencia de los manifestantes, la mayoría encapuchados, fue incluso mayor que el de días antes. Al final, la ley fue aprobada, pero el escenario que quedó fue desolador. La plaza frente al Congreso -uno de los monumentos más espectaculares de Buenos Aires-, que había sido renovada recientemente, fue totalmente destruida. Y quedaron imágenes como la de un precandidato a diputado hace dos años por el Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (PSTU), lanzando un mortero de fabricación casera.

También fue transmitida en directo la salvaje agresión contra un conocido cronista de televisión, Julio Bazán, que incluso recibió cenizas ardientes en el rostro y que tuvo que ser hospitalizado. Pero tan preocupante como este ataque fue lo que dijo sobre el mismo el diputado Leopoldo Moreau, de Acción Ciudadana, el nuevo partido de Cristina Fernández: “Bazán no solo fue víctima de un grupo de inadaptados, ha sido víctima del grupo donde trabaja”, en referencia al Grupo Clarín. Moreau, que fue un dirigente histórico de la UCR y un hombre muy próximo al fallecido presidente Raúl Alfonsín, hoy actúa como virtual portavoz de la ex presidente Cristina Fernández.

La reforma aprobada por el Congreso pasa de una actualización semestral a trimestral. Hasta ahora se tomaban en cuenta variables como los recursos de la Seguridad Social y los ingresos de los trabajadores formales; a partir de ahora, el criterio fundamental será la inflación. Aunque el gobierno sostiene que los jubilados verán mejorar su poder adquisitivo, hay estudios que sostienen lo contrario, pero en 2010, 2014 y 2016 también lo hicieron respecto a la inflación.

Hace menos de dos meses que el gobierno de Macri ganó claramente las elecciones parlamentarias, justo cuando se cumplían los primeros dos años de su gobierno. Y los niveles de popularidad del presidente son halagadores: según la última encuesta mensual de Poliarquía, la aprobación de Macri llega al 62 % y la del gobierno al 53 %. No obstante, hay grupos que intentan instalar la idea de que Argentina está gobernada por un gobierno represivo y ajustador, y que la situación es similar a la de diciembre de 2001, cuando el país estalló por los aires.  

Una parte de la oposición a Macri intenta desgastarlo, deslegitimarlo y echarlo, para lo que necesitan alguna bandera. Ya lo intentaron con la desgraciada desaparición de Santiago Maldonado, el 1 de agosto pasado, cuando participaba en la protesta de un grupo mapuche. Pero la posterior aparición de su cuerpo, ahogado y sin signos de violencia, les quitó argumentos a los que hablaban del primer desaparecido de Macri y de crimen de Estado. Los acontecimientos de estos días reafirman la idea de que cuando no está en el poder, el peronismo conspira, y en este caso cuenta con la ayuda de la izquierda trotskista y otros grupos sin representación parlamentaria.

El sueño de ver a Macri huyendo en helicóptero, como De la Rúa, comenzó en el mismo momento que asumió hace dos años. Dentro del peronismo, la radicalización de los kirchneristas se acelera a medida que disminuye su peso político, y que la Justicia avanza sobre ex funcionarios y allegados, por casos de corrupción. En este sentido las noticias de las últimas semanas para el kirchnerismo, y especialmente para la ex presidente, son desoladoras. Ingresó en prisión el primer Kirchner, en este caso Carlos, primo del fallecido Néstor Kirchner; también fue encarcelado el empresario Cristóbal López, íntimamente ligado a la ex familia presidencial; y el histórico contable (contador, en Argentina) de los Kirchner, Víctor Manzanares, está confirmando todas las irregularidades cometidas en los hoteles de Cristina, que configuran una monumental maniobra de lavado de dinero.

El caso de Cristóbal López es paradigmático. Aunque ya era empresario importante antes de la llegada de los Kirchner, su fortuna se multiplicó de forma sideral durante el anterior gobierno. Fue uno de los empresarios que alquilaba propiedades a los Kirchner en pago de favores. Pero lo más escandaloso fue que durante cuatro años sus empresas petroleras evadieron impuestos por valor de 8.000 millones de pesos (más de 450 millones de dólares), con la complacencia de las autoridades, dinero que empleó en montar un gran conglomerado mediático al servicio del gobierno.

En el otro caso que afecta a la ex presidente, el acuerdo con Irán, por el que ha sido acusada de “traición a la patria”, también se vino abajo el principal argumento de su defensa, que mantenía que el acuerdo que firmó su gobierno con Irán en 2013 no tenía como fin salvar a los seis iraníes acusados por el atentado contra la mutual judía AMIA. Un documento oficial del gobierno de Teherán desmintió a la ex mandataria y reconoció que se negoció con Argentina el levantamiento de las circulares rojas de Interpol contra los sospechosos.

Argentina vive otro diciembre caliente