domingo. 28.04.2024
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Hace varios días leí en el periódico que estoy escribiendo un comentario de un conocido economista de cuyas manifestaciones modestamente discrepo. En él se argumentaba que tanto el ex gobernador del Banco de España Mariano Rubio dijo en 1992 que no sería bueno para la economía española que el paro bajase del 14% (nuestra supuesta «tasa natural» de entonces), como los gobiernos y las empresas provocan el desempleo, y lo provocan deliberadamente.

Y hasta cierto punto no le falta razón. Y digo hasta cierto punto, porque en lo que se refiere a las empresas, dejando a un lado los avances tecnológicos que justificarían esta provocación, tomando sólo la decisión de deshacerse de una parte substancial de su mano de obra asalariada representaría que no tendrían ningún interés en consolidar, y en su caso incrementar la producción de sus empresas. En concordancia con las expectativas que cualquier empresario pudiera tener, un incremento de la masa asalariada sería un requisito "sine qua non" para que estas expectativas pudieran desarrollarse. En cuanto a los gobiernos, a mi entender tampoco estarían muy interesados en provocar esta situación. En primer lugar, porque con un aumento del desempleo se genera unos mayores subsidios de paro; unas subvenciones que, o bien tendrían que (y éstas tampoco serían del gusto de los poseedores de los medios de producción), ser aportadas con un aumento de los gravámenes a las empresas, o peor, a través de un incremento de la Deuda Pública.

Es cierto que como dijo Michel Kalecky, que los empresarios ganarían más con pleno empleo pero tendrían que enfrentarse a clases trabajadoras con mayor poder político y de negociación, pero no es menos cierto que esos empresarios saben que no es posible soplar y sorber al mismo tiempo. Ahora nos queda por analizar las razones por las cuales el ex-gobernador del Banco de España consideró que no sería bueno para la economía española que el paro bajase del 14%; una apreciación que como la mayor parte de las que difunde esta entidad, parecen estar dictaminadas por el Capital. 

Lo que en los países más desarrollados se conoce como tasa natural de paro (Nairu), es la menor tasa de desempleo que puede digerir la economía sin hacer subir los precios. Mientras que en España la tasa de desempleo en 2023 es el 12,7%, en Estados Unidos el 3,6% en Alemania el 2,9% y en el Reino Unido el 4,0%. Sólo en Brasil, con un 13,2%. La asimetría que existe entre las empresas españolas y las que tienen una menor tasa desempleo está fundamentada en que gran parte de los beneficios que obtienen las empresas españolas no son empleados en los objetivos que se persiguen en los tres países anteriormente mencionados. Y esta es la razón por la que, salvo raras excepciones, la representatividad y la productividad de nuestras empresas, no tengan parangón con aquéllas que han alcanzado una menor tasa de desempleo.  uando los bienes de la clase más adinerada de un país es empleada en vivir de unas rentas cuyos orígenes no provienen de una creación de riquezas, es cuando en su estructura económica concurre una desindustrialización y un mayor número de parados.

Refiriéndonos ahora a los despidos masivos que llevó a cabo la infausta Margaret Thatcher como consecuencia de las crisis del capitalismo que devinieron de las políticas neoliberales que se produjeron después de los Treinta años gloriosos que  se iniciaron tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y terminaron con la Crisis del petróleo de 1973, sólo se justifican, porque habiéndose alcanzado durante aquellos años un mejora significativa de la economía, acompañada por unas subidas salariales que en función del incremento de la tarta justificaban las demandas de los trabajadores, fue cuando las empresas conminaron al gobierno conservador del Reino Unido a retomar una política económica neoliberal en función de un factor inherente en las economías de mercado. Una subida que nos viene a mostrar que en éstas existen ingredientes que a tenor de obtener mayores beneficios siempre recaen en las fuerzas del trabajo.

A partir de aquellos años gloriosos, lo que había sido un liberalismo racional, comenzó a degradarse, debido a las secuelas que se produjeron como consecuencia de una incrementación del Capital y un mayor requerimiento por incrementarlo más aún. Es lo que desde tiempos inmemoriales ha caracterizado a la bestia. Una conducta que inevitablemente conlleva una desestabilización social que lleva a la economía a ir de crisis en crisis. Una desestabilización y una crisis, que Margaret Thatcher temporalmente resolvió con una liberación de la economía comparable a la Globalización que se produjo con el derrumbe de la URSS. Una globalización que a tenor de los problemas ocasionados por una liberación que comportaba un desplazamiento de las empresas, está acabando en una nueva política económica proteccionista. Un desenlace con el que se justifica las disfunciones que caracterizan a la actuales economías de mercado.

Otra de las causas por la que los gobiernos no pueden desear un incremento del desempleo se encuentra en la privatización de las empresas que se producen en las economías neoliberales. Un acaecimiento con el que se pretende eliminar las funciones del Estado, poniendo en manos privadas lo que se tendría que subvenir para cubrir las necesidades de una sociedad, que debido a que no serían atendidas por el sector privado, por no ser económicamente rentables, tienen que ser aportadas por el propio Estado. Lo que sin ningún empacho trata de conseguir el Capital es medrar, bien a través de una distopía con la que se elimine el plusvalor, o peor aún, dedicar sus recursos a la especulación como una consecuencia del continuo decremento de la tasa de ganancia inmanente en el proceso productivo. Y todo esto, habiendo dejado a un lado una tecnología que les permitiera a las empresas deshacerse de una mayor mano de obra asalariada.

La tasa de paro a debate