jueves. 02.05.2024
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Recientemente, pudimos observar cómo uno de los gerifaltes de Vox en el Ayuntamiento de Madrid, derramó intencionadamente y de manera violenta un vaso sobre un miembro de la bancada progresista del pleno. Vemos como de manera más o menos continuada se vienen repitiendo gestos parecidos, que de alguna manera vienen a redundar en hechos que poco a poco hacen que algunos nos preguntemos no sin cierto grado de exageración intencionada, ¿está la democracia española en peligro?

Evidentemente, esos gestos nos son razón suficiente para una pregunta de tal calado, pero sí son signos elocuentes de que algo podría estar sucediendo, sobre todo cuando podemos ver cómo a lo largo del siglo XXI y sobremanera tras la insospechada victoria de Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses del 2016, los horizontes academicistas al respecto van en línea a la pregunta lanzada de manera genérica. Y es que gestos, signos, comentarios y determinadas artimañas, ayudan a que se ponga en duda el uso de la democracia como su utilidad.  

Antes, pudimos observar cómo Mussolini o el propio Hitler fueron invitados por el poder establecido (establishment), a que formaran parte del gobierno democrático y constitucional como un daño menor, una manera de suavizar sus posturas, pero fue un error y resultó ser una combinación letal. Pues este tipo de pacto, suele mutar en beneficio del advenedizo; la alianza otorga a los recién llegados respetabilidad suficiente para convertirse en aspirantes legitimados para obtener el poder y luego para hacer y deshacer a su antojo, cargándose hasta las mismas entrañas a la democracia.  Y es que la historia no se repite, pero rima. Y en determinados casos rima demasiado.

La democracia por sí misma no se puede mantener. Ni siquiera una Constitución y unas instituciones garantistas la aseguran

Debemos comprender que la democracia por sí misma no se puede mantener por sí sola e incluso, bajo una constitución y unas instituciones garantistas, tampoco la aseguran. Debemos empezar a buscar que debe haber algo más y ese algo más en ocasiones puede ser o podríamos estar hablando de reglas no escritas, pero sí asumidas sino por todos, por la gran mayoría. Es decir, una tolerancia tácita que se debe dar en una mínima democracia. Pues, hablar del otro como el enemigo al que no sólo hay que ganar, sino eliminar de hecho y del imaginario poco o nada ayudan.

Lo que me viene a recordar que no todos en nuestro país están dispuestos a aceptar esas reglas del juego no escritas. Y al hablar de reglas de juego no escritas me refiero entre otras a sacar de la verborrea dialéctica de la política términos como: traidores a la patria, anti-españoles, ilegitimidad de un Gobierno que de paso no sólo pone a éste en duda, sino al propio proceso democrático, añadiendo comentarios como… pacto con terroristas” “España se rompe” o incluso afirmar que dicho pacto entre partidos que se han presentado a las elecciones democráticas es “directamente un golpe de Estado”. Además, añadimos afirmaciones como colgar por los pies al presidente salido legítimamente de un parlamento y se tacha de dictadura bolchevique las decisiones de ese mismo Gobierno.

Evidentemente, estamos que la democracia en nuestro país comienza a debilitarse, de hecho, informes europeos hablan de que en España se está dando una rebaja en la calidad democrática tachándola de “democracia defectuosa” sobremanera por lo que se está produciendo con la elección del poder judicial y su impasse de más de cinco años sin renovarse, con la consiguiente politización del mismo que se está produciendo y la consiguiente falla garantista de separación de poderes. Deja muy, pero que muy tocada a nuestra democracia e incluso a la misma constitución que con sus evidentes mejoras siempre deseables y plausibles, son sin la menor duda sostén y recursos en sí mismas, de al menos, de poder seguir intentando y conformando un Estado más garantista y en donde se vele por defender al más débil.

Mientras y como he señalado, nos encontramos con líderes políticos con cargo político, saliendo a la calle a manifestarse contra un sistema del que forman parte, pero profiriendo en la calle qué es una dictadura (no siempre ganan los buenos y la democracia sigue), a esos mismos líderes políticos violentando el interior de las propias instituciones democráticas con gestos  totalmente reprobables. Capaces al mismo tiempo de aducir que la Constitución no se toca, mientras hablan de que esto es una dictadura, un poder judicial para-constitucional y una formación cultural social muy baja respecto a lo que viene a ser lo básico para entender diferenciar entre estar en un sistema democrático con fallas y mejorables a estar directamente en un sistema no democrático.

Espiral de difícil salida y que de alguna manera pone en juego y va dando sentido a la pregunta con la que empezábamos: ¿está la democracia en España en peligro? Creo que no, pero, siempre hay un, pero, y debemos empezar a considerar que lo que viene ocurriendo son síntomas que si bien no es lo mismo la rima se parece incluso en lenguaje, “libertad” hablan algunas “libertad, carajo” otros y Argentina y España tan cerca; tan cerca y ¡tanta rima!

José Turpín Saorín | Antropólogo

A propósito de las democracias