martes. 30.04.2024
diaz ayuso
Díaz--Ayuso en una imagen de archivo.

En el calor del debate de ideas y de creer lo que es mejor para la sociedad es normal que se puedan perder las formas o que la sangre se suba a la lengua, todos somos humanos, eso le ha pasado a Isabel Díaz Ayuso. Pero hay una diferencia, un límite. Si bien una persona puede equivocarse, que la soberbia le empuje a justificarlo es un doble error y algo que no puede permitirse la primera línea política de ninguna democracia.

El verdadero error no ha sido que se le escape un insulto, aunque tampoco diga nada bueno de la persona que comete el desliz, sino justificarlo o convertirlo en una gracieta. La política debe ser una tarea noble y con cierto rigor. Y todo esto es aún peor porque no es sino un síntoma de la realidad que se ha convertido la política para algunas personas que la ejercen.

Con este panorama, en el que ni los partidos ni las personas que ejercen la política respetan esta tarea, ¿qué va a pensar la ciudadanía? Si queremos una democracia sana y respetable debemos empezar por exigir cierto nivel humano a las personas que ejercen las tareas políticas. Puede no parecer tan grave y analizado en solitario, si fuera un hecho aislado, realmente no lo sería, pero si no englobamos en el clima actual y en las reacciones ante el error, es para preocuparse. Una fiebre que puede parecer insignificante pero que señala una enfermedad degenerativa. ¿Si la política no se respeta así misma como la va a respetar la ciudadanía? Una persona puede tener un descuido una representante política no debería y llegado el caso al menos reconocer su error, pedir disculpas, no sólo a la persona que ha insultado sino también a las personas que le han votado, que han depositado su confianza en ella para que las represente en su comunidad. Porque no, no es una ciudadana libre, es una ciudadana que representa a un partido, a una comunidad y a unos votantes, y se puede permitir esos comportamientos en el café con sus amistades, pero no en el ámbito institucional y menos aún justificarlo.

Pongamos un ejemplo, que te guste ver el fuego es humano, ser un pirómano ya es un problema, si ese pirómano logra ser bombero escondiendo su secreto es un problema de selección y puede ser estructural. Pero si ese pirómano presume de su situación, hace chistes y le salen palmeros, apoyos y justificaciones en todas partes, entonces, tenemos un problema serio, muy serio, como sociedad.

Platón dijo algo así como “El precio de desentenderse de la política es el ser gobernado por los peores” y sigue siendo una realidad, pero esto alcanza un nivel más si como ciudadanía no exigimos un mínimo, si ya no de nivel si de compromiso y de respeto por la tarea política. Por si todo esto fuera poco, en este caso era concreto era tan sencillo como decir, lo siento, pero cuando no se tiene altura de miras ni para un gesto tan simple podríamos preguntarnos, ¿qué tipo de actitudes tendrá en problemas más importantes? ¿y en el anonimato? Preocupante actitud para una representante política aún más de los que la justifican o incluso aplauden.

Sin justificar al César, pero si aprovechando el significado actual de la frase "La mujer del César no solo debe serlo, sino también parecerlo" Y en el caso de la política deben existir unos límites y sea cual sea el criterio en este caso es evidente que se ha traspasado.

Hijos de fruta